Para todo el equipo de VOICE OVER. Mis compañeros.

La primera vez que oí hablar de VOICE OVER fue en sentido negativo para mi vida. Se iba a rodar en el mes de agosto de 2011, lo que significaba que mi primo Aarón Mayo, que iba a trabajar en ella como miembro del equipo de producción, no iba a poder compartir tiempo con nosotros en Esteiro. No sabía entonces que iba a acabar involucrado en el proyecto yo también, una vez que el rodaje fue pospuesto hasta finales de septiembre y comienzos de octubre de 2011.

Una vez que este retraso se confirmó, la script inicialmente prevista, que es la persona que se encarga durante un rodaje de redactar todas las tomas filmadas y de marcar cuáles son las buenas, además de asegurarse que no haya errores de continuidad o raccord (o de que los haya cuanto menos, mejor), causó baja. Y entonces sonó mi teléfono. Era Aarón, ofreciéndome el puesto, si estaba dispuesto a ello. Por supuesto, acepté.

Un par de semas después, estando en Gasteiz visitando a una amiga, recibí todo el material del proyecto. El dossier me impresionó. Enseguida me di cuenta de que estaba ante un proyecto de primera división. El primer actor con el que se quería contar para doblar la voz, era el legendario Max Von Sydow, el inolvidable padre Merrin de El Exorcista, o el inolvidable actor de El séptimo sello. Aunque al final el elegido fue Feodor Atkine, que tampoco está nada mal.Era algo alejado de todo lo que había hecho hasta ahora, pero consciente de que no debía hacer otra cosa que lo realizado hasta ese momento. Uno debe confiar en sí mismo y en su sistema siempre. Cuando uno deja de ser uno mismo para ser otro, es lo peor que puede hacer.

No es que hasta ese momento no hubiera hecho nada destacable. Había trabajado con actores profesionales en Cumpleaños Feliz y Agujero , ambas de Roberto San Sebastián, como ayudante de dirección. Pero en ambas, había tenido una participación activa, había tenido carta blanca para elegir a parte del elenco técnico. Esto iba a ser diferente. Iba a ser una mosca en mitad de caballos, si se quiere decir así. El peso lo iban a llevar otros.

Tenía amplia experiencia como script. Había trabajado en cerca de 20 cortometrajes. Y también como ayudante de dirección, especialmente relevantes los dos citados. Así que no me provocó ninguna tensión, más bien lo contrario. Mucha ilusión. No veía el momento de empezar.

Unos días después, volé a Tenerife. Allí estaba programado el rodaje, más la secuencia de los niños en Almería, adonde sólo viajó el equipo técnico necesario. En el aeropuerto Reina Sofía, fue Aarón el encargado de recogerme. Me establecí en su casa durante dos semanas, viviendo la vida loca. Haciendo vida de amigos solteros que comparten piso. No había día que no nos daban las 3 de la madrugada y aún despiertos. A las 8, eso sí, en pie.

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En un momento de la filmación, quien esto escribe. Detrás, David Heras (FX) y Miriam Ruiz Mateos (producción)

Lo primero que hice fue visitar las instalaciones de la productora Volcano Films, encargada de la ejecución de la producción. Allí conocí a los primeros miembros del equipo, como Gustavo Hernández, la maquilladoraYurena Cazorla, y sobre todo, al jefe de todo el tinglado, el productor Sebastián Chano Álvarez. Su carismática y arrolladora presencia me marcó desde el primer día. Me obligué a dar lo mejor de mí mismo.

Dos días después de llegar a la isla, el plato fuerte. En avión desde Madrid llegaban el director Martín Rosete, su hermano, el director de fotografía José Martín, y una persona de la que estaba dispuesto a no despegarme ni un momento durante el rodaje para absorber al máximo sus enseñanzas: el ayudante de dirección, Manuel Calvo, habitual ayudante de Pedro Almodóvar y que venía de ser ayudante de Emilio Estévez en su película The way.

Fuimos todos presentados formalmente. Lo primero que me preguntó Martín recuerdo que fue de qué parte de Euskadi era yo. Él tenía familia en Durango. Ese día fuimos a ver las localizaciones del rodaje por la mañana. El Teide, a 2.500 metros de altura donde se filmarían las escenas del astronauta; y la Orotava, donde rodaríamos las escenas del soldado. Un sitio que ya a plena luz del día, nos anticipó lo que nos encontraríamos rodando durante las dos jornadas nocturnas: una humedad terrible.

A la mañana siguiente fuimos al sur de la isla, cerca de la playa de las Américas, donde filmaríamos las escenas subacuáticas. Tras dar el OK a los sets, fuimos a supervisar las pruebas de vestuario y de atrezzo. Impresionó la primera vez que vi en vivo la nave espacial, gran trabajo de Rafa.

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Mientras el equipo técnico preparaba los últimos flecos, disfruté de dos días libres en los que aproveché para visitar Santa Cruz. Los principales miembros del equipo que venían de Madrid se instalaron en un hotel en Puerto de la Cruz. Allí llegó precisamente el día antes del inicio del rodaje, el actor que daría vida a los tres personajes que viven una situación límite: el británico Jonathan David Mellor. Un gigante como actor. Tuve la oportunidad de verlo trabajar en directo, y no sólo eso, si no que mi condición de script me convirtió en su mano derecha durante la filmación, con lo que nuestros lazos fueron más allá de la estricta camaradería. Nunca olvidaré la primera vez que nos vimos. En aquel enorme hotel de Puerto de la Cruz, al que había llegado también ese día la jefa de producción Miriam Ruiz Mateos. Me hicieron probar el traje de astronauta. Embutido en él, bajé al comedor del hotel, donde habría unas 200 personas, todas mirándome y haciéndome comentarios chistosos sobre mi viaje a Venus. Cuando Jonathan me vio con el traje, y con el calor que hacía, me dijo con su flema británica: “Espero que no sudes mucho ahí dentro. Que luego me tengo que meter yo”. Le respondí: “Haré lo que pueda, pero toda esta gente mirándome… no se yo”. Martín dio su aprobación al traje y tras una reunión de equipo esa tarde, en la que Manu Calvo explicó el orden en el que íbamos a rodar los planos del film, ya no quedaba mucho más por hacer. Comimos unas papas arrugadas con mojo picón en el hotel y nos fuimos a descansar. Al día siguiente empezaba el desafío. Primer día de rodaje. En el Teide. En un sitio a 2.500 metros de altitud en el que cualquier ciudadano tiene prohibido pisar tierra para prevenir daños. Testigo privilegiado de un amanecer como nunca antes había visto. Con la sensación de estar en algún lugar recóndito como en Afganistán. Dándonos crema de alta protección contra un sol que desprende rayos ultravioletas de intensidad peligrosa máxima. Mascando chicles de coca contra el mal de altura.

Y sobre todo, comienzo a soltarme con el equipo. Verónica Rubio, encargada del vestuario, que para mí pasará a ser desde entonces simplemente José Vicenta. Sabe Dios por qué. Pero sobre todo, y por edad, con los chavales de producción: Tana, el brother canario; Eleazar, y su nombre que pasarán a ser una de las bromas recurrentes del rodaje por motivos confidenciales; Cristina y Juliana; y Sergi, que el último día de rodaje nos dio el susto del rodaje, se dejó literalmente parte de un dedo en el set y tuvo que ser operado de urgencia. Afortunadamente, todo salió bien.

Dos días de rodaje en el Teide, absorbiendo muchísimo de mucha gente. Impresionado por la profesionalidad de todos, especialmente de Jonathan, que lo tuvo que pasar francamente mal en aquel traje durante tantas horas pero que no dijo ni mú. Martín y Manu, siempre tranquilos. Manu Calvo es en este sentido totalmente diferente a como era yo como ayudante de dirección: siempre gritando, exigiendo el máximo a todos, incapaz de relajarme ni cuando iba a dormir entre jornadas de trabajo. Me chocó ese contraste entre ambos. La manera de trabajar y de tomárselo tan radicalmente diferente en estilo. También aprovecho para conocer más profundamente a David Heras. Es la primera vez que trabajo con efectos especiales. Y le hago un montón de preguntas. Él es de Donostia. Así que somos provenientes de la misma tierra. Basque connection.

Terminadas las secuencias extraterrestres, descanso por la mañana del tercer día. A media tarde marchamos para la Orotava, donde vamos a filmar las secuencias del soldado durante la noche. Terrible humedad. Jonathan con un traje de neopreno; y las máquinas que simulan la lluvia, a todo motor. La secuencia en la que Jonathan se camina arrastrando hasta el detonador que hace estallar el puente sirvió para explicarle al actor británico mi manera y mi sistema para trabajar como script. Él era muy perfeccionista y meticuloso con todos sus movimientos para evitar fallos de raccord. Hablábamos mucho entre tomas sobre posibles errores. Entonces yo aquí le dije: “Mira, Jonathan. Para mí lo importante en una secuencia es marcar los puntos de referencia de la acción. Es decir, si en esta escena pasa A,B,C,D y E y yo veo que los puntos importantes son A,C y E, pues me centro en ellos. Si esos son los puntos que pueden crear problemas al montador, no me preocupan tanto B y D. En este caso, A es cuando sales arrastrándote del cráter, C es cuando te paras en el trayecto y E es cuando detonas la bomba con tu mano derecha. Centrémonos en estos momentos. Lo que pase entre medias, hazlo natural”. Terminado el rodaje, pregunté a Jonathan cómo me había visto durante el rodaje, qué opinaba de mí profesionalmente. Pedí una evaluación a la persona con la que más codo con codo había trabajado. “Grande. Con tu estilo propio. Grande”.

En estas dos noches de rodaje también mención especial para el doble de Jonathan, un hombre con las piernas amputadas que lo dio todo. Un ejemplo.

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Martín Rosete, da instrucciones a Jonathan David Mellor.

Terminada la filmación nocturna, en dos días, el viernes al amanecer estábamos volviendo a casa. La fatiga del rodaje tan extremo (altura, humedad, calor, viento, frío) se estaba haciendo notar. Aarón iba conduciendo apenas pudiendo mantener los ojos abiertos. Yo trataba de mantener mi intensidad vital, pero apenas podía articular palabra. Estaba siendo una experiencia extrema.

El viernes toda la mañana en la cama. A la tarde, nos preparamos para un viaje de unas dos horas. Nos dirigimos al sur de la isla. Allí vamos a rodar las escenas finales. Las más complejas. Las subacuáticas. Nos instalamos en los bungalows del hotel donde pasaremos los dos próximos días, muy cerca de la Playa de las Américas. Estoy instalado en la habitación de los fiesteros. Con Rafa, de arte; Manuel, el encargado del making off; Luis César, el ayudante de cámara. A la tarde, me decido hacer uso de las instalaciones del hotel, y me doy un baño en la piscina con Manuel. Un poco de relax después de tanta concentración. Por la noche, suave-suave, nuestra habitación se convierte en la sede de una fiesta del equipo. Al día siguiente tenemos que rodar pero, qué demonios. Hace falta. Allí llega casi todo el equipo a tomar un poco de vino. A echarse unas risas. Allí me doy cuenta de qué privilegiados somos los que hacemos lo que nos gusta. Un equipo de rodaje se puede convertir en una pequeña familia en apenas 4 días. Eso es lo que llevaba con esa gente; y ya parecían amigos de toda una vida. En aquella fiesta improvisada, hablando con Luis César, me dijo una cosa, una lección de rodaje que no olvidaré nunca: “Tú yo tenemos un trabajo muy jodido, en cuanto que son trabajos tanto el de script como el de ayudante de cámara en los que no se ven los aciertos. Sólo los errores. Nunca nadie nos dará las gracias. Pero como haya un fallo…”

Tras estrechar aún más los lazos de camaradería con el equipo, llega el día de comenzar las escenas debajo del agua. Jonathan y yo tenemos una larga charla preparatoria de unos 45 minutos, mientras comemos un plato de spaghetti alla bolognesa. Preparamos concienzudamente las secuencias, porque yo no estaré debajo del agua con él: “Acuérdate de los puntos importantes y estará todo bien”, le digo. Sólo José Martín y Manu Calvo estarán con él. Aarón filmará también escenas debajo del agua para el making off. Además, tres buzos profesionales que se encargarán de dar aire a Jonathan cuando lo requiera.Yo esperaré arriba, en el barco con Martín Rosete, y haré de enlace con tierra, donde esperará el equipo. Con un walkie talkie, hago saber a producción cómo vamos. Todo siempre bien, aunque no lo vaya. Lo importante es mantener la calma.

Jonathan de nuevo vuelve a dar muestras de una profesionalidad a prueba de bombas. Un rodaje extenuante para todos, pero probablemente para él el que más. Sin embargo, no pierde esa ironía british, y continúa haciendo gala de un humor que a mí me parte. En uno de los momentos en los que salen a la superficie. En una de ellas dice: “¿Quién ha sido el cabrón que ha programado un rodaje en sábado cuando está jugando Escocia un partido importante?” ¡Qué grande!

Afortunadamente, todo salió a pedir de boca. Al final del rodaje, tuvimos cena de despedida del equipo en un restaurante marroquí cerca de nuestro hotel. Con un par de vasos de sangría a cuestas, me hice con las riendas de la fiesta y comencé a contar chistes tontos pero que hicieron su gracia en el equipo.

Acabado el rodaje, sólo quedaba transcribir mis partes de script y mandarlos a Madrid, al montador Fernando Franco. Hecho esto desde la casa de Aarón, llegaba el momento de las despedidas. De volver a casa. De abandonar el oasis donde me había instalado las dos últimas semanas. Primero me llamó Chano, el productor. Me dio las gracias, me pidió perdón por haberme metido en aquella jungla llamada rodaje. Le di las gracias por la oportunidad. Mi primo Aarón me dijo que debía regresar algún día a Tenerife, a visitar la isla de una manera diversa, sin trabajar. Le respondí que si algún día volvía, nunca iba a visitar Tenerife de mejor manera. “Hemos estado en todas las partes de la isla. Norte, sur, centro… He visto cosas que los turistas no pueden. Nunca tendré oportunidad de conocer Tenerife de mejor manera que lo que lo he hecho esta vez. Mil gracias por traerme, primo”. Y la última sopresa es que se acercaron al aeropuerto a despedirme Tana y Gustavo. Muy emocionante.

Lo decían en la obra maestra de François Truffaut La noche americana: “Tu familia está aquí. En este equipo de rodaje. Nosotros somos tu familia. ¿Adónde vas a ir?” Desde luego que puede parecer exagerado. Pero los que lo hemos vivido, sabemos lo que esa frase quiere decir.

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El equipo de VOICE OVER. Pequeña familia.

Voice over se convirtió en realidad. Una realidad de 11 minutos cinematográficos. Y luego llegarían más de cien premios internacionales, la solicitud de Robert DeNiro de estranarla en suelo americano en su festival de Tribeca, las alabanzas de Elijah Wood vía Twitter, la nominación al Goya, los premios que fui a recoger a Eibar y al Teatro Arriaga en representación del equipo… Pero lo vivido en aquellos días fue lo que mereció la pena. Lo que vino luego, bienvenido fue. Pero aquellas dos semanas en Tenerife, conociendo, absorbiendo, experimentando lo que siempre había soñado hacer fue lo que permanece en mi memoria.

Gracias equipo.