Parece que fue ayer pero hoy se cumplen 10 años desde que me mudé a Londres. Una década atrás, tomaba una de las decisiones más difíciles que uno debe tomar. Dejar la casa propia es un arma de doble filo: triste por una parte; por la otra, no hay nada que perder y la experiencia de vida que supone es difícilmente igualable. Todo se pone en una balanza y al final, si se toma la decisión, es por el bien de uno.
INMIGRANTE LEGAL
Ahora que está tan de moda lo de cerrar las fronteras y que el elefante dormido al que Gregorio Morán se refiere cuando habla de la extrema derecha está de vuelta, no está mal recordar de dónde venimos y de parte de quién debemos estar.
Una de las mayores lacras que existen en el mundo, bajo mi punto de vista, son las etiquetas abstractas que usamos para saquear a las personas de su individualidad y de su carácter propios. Vivir en la edad de las Redes Sociales tampoco ayuda en exceso, ya que una de las funciones más populares de éstos inventos ha sido precisamente la de «etiquetar»; creo que es una buena metáfora del mundo en el que vivimos. Entre todas esas etiquetas, la peor de todas son las provocadas por los nacionalismos.
Es inútil negar mi procedencia. Hasta no hace muchos años vivía también bajo la etiqueta de un nacionalismo. Me sentía parte de una patria. A día de hoy, sigo considerándome parte de un pueblo bajo cuyos principios sociales y culturales crecí. Ese pueblo es el vasco; su cultura y sus principios serán siempre los míos y su gente será siempre mi gente. Pero a un nivel cultural; no lo podrá ser, por principios, a un nivel político. La cultura une y la política separa. Siempre digo que un Estado vasco independiente ya me tendría en contra a las pocas horas de declarar su autodeterminación: el PNV; huelgas de trabajadores reprimidas por la Ertzaintza a palos (no hace mucho lo vivieron los trabajadores de la empresa Alconza en mi pueblo, Berango); incluso a una izquierda abertzale desnortada como la actual no le tengo especial confianza ni creo que sería una solución en un mundo tan interdependiente y globalizado, con el verdadero poder manejando los hilos en la sombra. Una de las primeras cosas que mi experiencia en Londres me ha enseñado es eso: nos quieren bien separaditos entre la población para que las élites se llenen la tripa.
He tenido la suerte políticamente, de haberme encontrado a mí mismo en Londres. Siempre lo llevé dentro, pero nunca lo supe ver. La pulsión la llevé en la sangre, pero nunca la entendí, hasta que entré en contacto con círculos anarquistas en ésta ciudad. Y gracias a ellos con la editorial Freedom Press, situada en pleno corazón de Whitechapel, que me ha proveído de cantidad de bibliografía que me ha ayudado a poner orden en mi ideario. Creo firmemente en los principios libertarios: somos la izquierda de fuera del sistema; lo que Bertolt Brecht llamaba «socialistas sin partido».
Cuando debatiendo con Marcelo Bielsa, me estimuló a darle tres palabras que pudiesen definir el anarquismo, mi respuesta fue que bastaba una sola: antiautoritarismo. Cualquier tipo de relación basada en la autoridad debe ser abolida. Eso incluye a las autoridades políticas, sociales. económicas, militares, policiales, religiosas y, últimamente que se han hecho notar demasiado, las sanitarias. Me acuerdo siempre de dos dichos anarquistas: «¿Cómo van a solucionar nuetros problemas los Gobiernos si los Gobiernos son nuestros problemas?»; y «Dios no existe. Y si existiese, habría que derrocarlo».
Todo esto lo he ido descubriendo gradualmente gracias a ésta ciudad y a la forma de ser de los británicos. Es una sociedad individualista; para lo bueno y para lo malo.
SER LO QUE QUIERAS SER
Ese individualismo tiene entre sus cosas positivas la protesta y el respeto a las diferentes ideas en lucha en la sociedad. Uno de mis mejores amigos en ésta ciudad, inmigrante también, siempre me dice que éste país nunca ha conocido en los últimos 500 años otra cosa que no sea el sistema democrático y eso les ha llevado a importarles un pepino el expresar sus ideas en voz alta.
Sin idealizar demasiado porque no creo excesivamente en lo que se conoce como «democracia», es cierto hasta el punto de que muchos de los problemas que en otras sociedades aún no se han resuelto, llevan ya muchos años de ventaja aquí: la lucha de lo que se conocen como «minorías» (otra etiqueta que me parece aberrante y en sí misma discriminatoria); las protestas contra el Gobierno (no hay una semana en la que no haya una dimisión entre los Parlamentarios); y enlazando con el inicio, la individualidad.
Me pareció brillante la explicación del ex futbolista Gary Neville (confeso votante del Partido Laborista y antimonárquico declarado) cuando, durante un partido de la pasada Eurocopa 2020 que comentó, sus co-presentadores le recordaron la Euro 96, donde fue el único jugador que no cantó el himno británico. «Me sentía contento de jugar para mi país pero el mayor placer para mí era jugar para mi club, el Manchester United. Ese es mi verdadero amor y el grupo al que pertenezco. Por lo tanto, no quiero cantar un himno que no me representa».
¿Os imagináis el escándalo de algo así en España?
A un nivel profesional, nos han hecho tragar mucha mierda como inmigrantes al inicio. Con el tiempo, sin embargo, hemos tenido oportunidades que las hubiésemos soñado tenerlas en nuestra casa.
ENGLA-LA-LAND
Otro de los puntos fuertes de éste país es cómo esas libertades individuales han llevado a desarrollar una cultura artística muy marcada y exportada a nivel mundial. Aquí nacieron grupos musicales míticos como The Beatles o The Rolling Stones. Pero también Oasis, Muse o, a escasos minutos de donde vivo, Dire Straits, ya que los hermanos Knopfler vivían en Deptford cuando fundaron el grupo. Ya en los 70 y principios de los 80, el movimiento Punk de protesta también surgió en éste país y, concretamente, en algunos barrios de fuerte tendencia antisistema de Londres, como Camden, donde tuve la suerte de vivir en mi primera casa cuando me mudé aquí.
Si uno no se engancha a la música en Reino Unido, creo que es difícil engancharse.
Esa sociedad culturalmente rica lo es más por el uso de esos elementos de protesta en letras de canciones, en series de TV, en películas etc: ese es otro de los puntos de lujo que le encuentro a vivir en ésta ciudad. Irvine Welsh, los Monty Python, Armando Iannucci, Chris Morris, Ricky Gervais… cuando los británicos sacan la guadaña de la sátira social son difícilmente superables. Una de las mejores canciones de la historia ya lo deja claro:
They will not force us
They will stop degrading us They will not control us We will be victoriousRINCONES DE LA CIUDAD
En una ciudad gigante como ésta, muchos son los rincones que después de diez años, uno siente suyos.
Uno de mis rincones favoritos es el Prince Charles Cinema, situado en el corazón del Soho londinense, un old school cinema donde se proyectan películas de culto cada día, que se convierten en reuniones de freakies del cine y que dan a la proyección un ambiente lúdico, con las personas interactuando con el film en cuestión. Después de la sesión, unos Noodles en Mr Wu, mi street food china favorita en Chinatown, se ha convertido en parte de la rutina.
El paseo de Southbank desde London Bridge hasta el puente de Waterloo es una obligación casi semanal, aunque se perdió un poco de magia desde que empecé a trabajar en Julio de 2022 para Wavemaker Global, ya que las oficinas las tenemos en la zona y trato de esquivar en mi tiempo libre el sitio en el que trabajo.
Las visitas a los pubs son casi una obligación semanal también. El Surrey Docks y el Mayflower por cercanía geográfica, copan el podio… cada uno con su estilo. El Surrey Docks sirve para desconectar los viernes después de trabajar; con el tiempo, ya acostumbrado a compartir espacio allí con los aficionados de ese club futbolístico que tanto amo (sorna): el Millwall. El Mayflower, uno de los pubs más antiguos de Londres, tiene más calidad a todos los niveles. More classy.
Shoreditch, zona alternativa donde ir a tomar algo en sus bares y a comer en sus restaurantes y en su mercado; Notting Hill para pasear; Tower Bridge, asociado a tan buenos recuerdos de mis tres años y medio trabajando para DMS; Battersea Park o Greenwich para ir de picnic los días de calor; los teatros del West End, gracias a los cuales he descubierto también un amor por el teatro que no había desarrollado hasta ahora y donde nos hemos convertido en habituales; el BFI, otro templo para los cinéfilos en Southbank y su espectacular biblioteca…
I HAD A DREAM
Diez años han pasado. Más de una cuarta parte de mi vida la he pasado aquí. Marea un poco sólo el pensarlo.
Londres me ha ayudado a crecer a todos los niveles y a cambio, quiero creer que he contribuído a que ésta sea una ciudad mejor. No siempre ha sido fácil, pero la vida en sí no lo es. Lo peor ha sido el paso del tiempo, que en una ciudad frenética como ésta, va a mayor velocidad; las muchas veces sensaciones de aislamiento; el sentimiento de haber vivido dos vidas: la pre-inmigrante y la actual (muchas veces pienso si lo vivido hasta llegar aquí, los recuerdos, ocurrieron realmente).
Como Martin Luther King, muchas veces, también he tenido un sueño. Volver. Que mi país y mi ciudad me diesen la oportunidad de crecer y, a cambio, de poder contribuir a que sean un país y una ciudad mejores. Poner mis habilidades al servicio de Euskadi y de Bilbao para poder caminar juntos. De momento, no es así y quién sabe si algún día lo será. Mientras tanto, a seguir caminando…