En un episodio de la genial serie FRIENDS, los personajes de Chandler y Mónica pasaban una velada con el jefe del primero, un empresario millonario, simpatizante del Partido Demócrata, que se pasaba la vida haciendo bromas irritantes constantemente. En una de esas bromas, el jefe de Chandler decía: “ Creo que todos deberíamos apoyar al Presidente Clinton… ¡y a su marido Bill!»

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Esta aparente inocente broma ya dejaba ver que la sociedad americana sabía quién gobernaba en la sombra durante el mandato de Bill Clinton. Su mujer Hillary, recientemente derrotada en la carrera por solventar el último obstáculo de obtener el sueño de una ambiciosa vida (ser presidenta), era la auténtica mandamás tras las bambalinas. Quizás ahí se pueda encontrar la razón de por qué no pidió el divorcio a su marido cuando estalló el escándalo Lewinsky. Le hubiera apartado de la Casa Blanca, algo a lo que seguramente no estaba dispuesta la buena de Hillary. Durante los últimos años, a medida que Bill quedaba en la retaguardia como antiguo jefe de Estado americano, su mujer comenzaba su propia carrera hacia el sillón del Despacho Oval. Primero como senadora y más tarde como Secretaria de Estado de Barack Obama. Durante todo este tiempo, bien como primera dama ( o presidente en la sombra) u ocupando otras posiciones de poder, Hillary Clinton ha sido responsable de millones de muertes de civiles alrededor del mundo, participando activamente en la toma de decisiones de bombardear territorios serbios a finales de los 90, dando su conformidad como Senadora a la entrada de su país en la Guerra de Irak o aceptando las invasiones de Siria, Libia o Afganistán. Por si fuera poco, Clinton ha sido apoyada por los Estados de Qatar y Arabia Saudí, que eran sus mayores aliados, y los cuales han estado financiando al Estado Islámico desde su creación, siendo ella consciente. Muy belicosa para ser una cara tan amable y la menos mala de los candidatos.

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Donald Trump se convirtió en un empresario multimillonario hecho a sí mismo. A lo largo de los años se ha convertido en un bon vivant, rodeado de lujos, mujeres, yates… Es la quintaesencia del macho man, ese personaje execrable que alardea de sus conquistas femeninas porque le sobra el dinero. Su aspecto físico es un espejo de su alma. Ese pelo injertado a la fuerza, esa cara en la que si se inyecta un mililitro más de Botox amenaza con un estallido nuclear facial. Ese es Donald Trump. Algunos lo califican como un showman, un excéntrico. Pero lo que mejor le define sería un payaso de circo. Pero de esos hay muchos gobernando el mundo, sólo que él es el único que gobierna desde el ombligo del mundo.
Parece que con Trump llegó el fin del mundo. Que va a estallar una guerra mundial, y que el Apocalipsis está aquí para quedarse. Pero Trump no es más que otro eslabón en la cadena. Trump sólo hará lo que le dejen. Si levanta un muro en México será porque le han dejado. Si instaura el machismo verbal, es porque el machismo real ya existe en la sociedad. Y lo que se debe hacer es erradicar de una vez el machismo real para que no se permitan machismos verbales. Mientras exista el machismo y sea loado por las masas apoyando el sistema que lo sustenta, uno no debería quejarse de que alguien lo exprese con palabras y no lo oculte. Trump representa una lacra. Lo mismo que Hillary Clinton. Trump lo dice: es gárrulo, charlatán. Pero Clinton lo hace: se carga a millones de personas por el mundo, pero parece que importan más los modales.

 

Parece que se trata de elegir entre dos malignos, cuando en nuestra mano está no elegir a nadie.
Trump, decía antes, es sólo un eslabón más en la cadena histórica de un país beligerante y agresivo como ninguno, que se ha visto involucrado en todos los conflictos bélicos del siglo XX y de lo que llevamos del siglo XXI, y han sido unos cuantos. Ha entrado en guerra no por humanidad, si no única y exclusivamente para salvaguardar los intereses económicos, comerciales y estratégicos que el Estado poseía en esos territorios. Y desde 1943, fecha en la que se creó el Pentágono, se ha militarizado de manera bestial y se ha dedicado a modelar las mentes de sus ciudadanos para observar la guerra, las invasiones en territorios extranjeros y la matanza indiscriminada de civiles de todo tipo de nacionalidades (incluidos americanos) como algo normal. La ciudadanía estadounidense ha obviado uno de los ejercicios más básicos de la democracia: poner en cuestión y demandar memoria histórica. EEUU es resposanble de invasiones salvajes como la de Irak, de bombardeos y exterminios inhumanos como el de Hiroshima y Nagasaki (cuando Japón ya estaba prácticamente rendido y cuyo único pretexto para usar la bomba parece a día de hoy más un aviso hacia la URSS, que ya se presentaba como su rival en el marco de postguerra, que una verdadera necesidad para derrotar a Japón), la creación de cárceles como Guantánamo, de dar alas al Estado Islámico, a Al Qaeda, a todo el que puede ser provechoso aunque al final se pueda ir de las manos. EEUU es responsable del golpe de Estado en países extranjeros, de colocar gobiernos a sangre y fuego en países Allende sus fronteras (como en Chile en 1973); EEUU es responsable de matanzas en territorio palestino apoyando a Israel…

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EEUU es responsable de muchas cosas. Y ha dado igual si el Presidente era Demócrata o Republicano. Rojo o azul, cambia el color pero no cambia nada. Cambia la cara pero no cambia nada. Cambia la raza del Presidente pero no cambia nada. Y el pueblo americano vive todo esto como un paradigma asimilado de manera natural. Esto es lo que hay. Robert McNamara, secretario de Defensa con JFK y Lyndon Johnson, trabajó como analista estadístico durante la II Guerra Mundial. En aquella contienda fue enviado a las Marianas para ayudar mediante cálculos matemáticos, a los bombardeos despiadados sobre territorio japonés, en los que más de 20 millones de civiles japoneses fueron asesinados o se encontraron sin hogar. El líder de estos bombardeos fue el general Curtis LeMay. Preguntado años después sobre los bombardeos, McNamara no tuvo ningún problema en afirmar que si EEUU no hubiera ganado la guerra, seguramente él y otros muchos americanos hubiesen merecido ser juzgados por crímenes de guerra. “El bombardeo de Tokyo, para el que yo trabajé y fui el máximo responsable, fue un crimen de guerra”. Pero la historia la escriben los ganadores.
Muy agudamente, Richard Nixon, en su libro LA VERDADERA GUERRA, realizaba un interesantísimo análisis histórico del desarrollo de la URSS. Decía el bueno de Tricky Dick que la URSS era un país totalitario porque su desarollo histórico les había obligado a ello en cierta manera. La invasión de los mongoles les hizo desarrollar un carácter agresivo y beligerante, basado en un sistema militar en el que todos los sujetos eran fríos, despiadados y en el que el Estado había mentalizado a sus ciudadanos con ideas expansionistas; EEUU, por su parte, se había basado siempre en un carácter positivo, creador, de libre comercio, de libre albedrío, en el que el Estado no había metido mano prácticamente en el devenir de los acontecimientos, y por eso había engendrado sujetos libres, creativos y amantes de la libertad. No decía Nixon nada sobre el genocidio de los nativos americanos, que o fueron exterminados o fueron marginados en reservas. Quizá ahí radica el verdadero carácter americano. O se toma por lo bueno, o se pasa a sangre y fuego. Eso sí, siempre con buenos modales. Como adalid de una sociedad civilizada, como el paradigma de la bondad.
Lo que ha pasado en las elecciones americanas nos debería importar un comino a todos. Deberíamos seguir concentrándonos en buscar el camino para ser libres sin ataduras, en vez de elegir entre entes malignos que buscan únicamente gobernar como cabezas visibles de un sector dominante e invasivo. Como ya he dicho antes, no se trata de elegir a dos seres abominables con auras imperiales; se trata, simplemente, de no elegir a ninguno.