CUANDO ERA PEQUEÑO, SOÑABA CON QUE ALGÚN DÍA LLEGARÍA UN AMIGO DE LAS ESTRELLAS
Steven Spielberg
E.T es la realización fílmica más personal de Steven Spielberg. Donde más claramente se perciben los elementos autorales del director de Ohio. Uno se imagina a Steven Spielberg siendo niño en su casa de campo en una aburrida localización del interior de Estados Unidos, concretamente Cincinatti, asistiendo al abandono del hogar por parte de su padre, con una madre seguramente que muchas veces se sentía incapaz de sacar adelante sola a una familia, y refugiado en las historias que se contaban a través de los cómics, el cine y la televisión.
Uno puede visualizar al genial cineasta americano sentado delante del televisor, con una sonrisa en la boca, dispuesto a evadirse de una dura realidad que le acechaba diariamente a través de un nuevo episodio de EN LOS LÍMITES DE LA REALIDAD. No es difícil imaginar que esa era la realidad de Spielberg en aquella época de mediados y finales de los años 50, cuando Dwight Eisenhower presidía el país, la amenaza comunista se trasladaba a las audiencias y a la nación estadounidense a través de paranoicos artículos y discursos, y en aquella época en la que Estados Unidos comenzaba a dirigir el mundo a través de una militarización de su Estado y una concienciación belicista de su población, cuyas mentes fueron modeladas para asumir que Estados Unidos estaba rodeado de enemigos por doquier.
Steven Spielberg decidió superar el divorcio de sus padres a través de la fantasía, rodeado de un ambiente conservador y aburrido. Steven Spielberg mantuvo en su memoria que la mejor época que un ser humano puede vivir es la infancia. Es la época de ser niños, de jugar, de imaginarse y soñar mundos imaginarios, de salvar a princesas de terribles peligros y males. Es la época de la fantasía. Y una vez asimilado esto en su tierna infancia, Spielberg decidió prolongar este ideal cuando su padre cogió la puerta y dejó atrás a su familia. En lugar de elegir evasiones turbulentas como drogas, Spielberg eligió la fantasía, la otra realidad, la que sólo él veía y en la que se refugiaba para buscar consuelo a tanta tristeza a su alrededor. Soñaba con un amigo fiel que no tenía. Y miraba a las estrellas, esperando que llegase de allí arriba.
Y llegó cuando el director ya era adulto. Más que llegar, se puede decir que Spielberg le dio forma. A aquel amigo llegado de las estrellas, lo llamaría E.T y lo pondría en imágenes de manera que el mundo compartiría su visión de la infancia y de las fantasías, quedando conmovidos para siempre y haciendo recuperar a todos los espectadores esa magia que sólo se posee cuando se es niño. Los ideales se marchitan a medida que uno va envejeciendo, uno deja de imaginar a medida que crece y con él, la triste realidad se impone de manera dictatorial.
E.T, el pequeño, dulce y bondadoso extraterrestre que se queda extraviado en la tierra, es una representación de la infancia. Elliot, el niño humano interpretado por Henry Thomas es un émulo de Spielberg, de aquel niño de Cincinatti que soñaba con un amigo de las estrellas. Elliot está rodeado de tristeza, de una madre deprimida como la de Spielberg, que no ha superado el abandono de su marido, está rodeado de aburrimiento, en un barrio residencial de una gran ciudad de Estados Unidos, en la que se cumplió el sueño americano, en la que las familias viven en casas de buen ver que parecen todas lo mismo, pero en la que nunca sucede nada extraordinario, nada que estimule la alegría de Elliot, presa de un entorno conservador y moralista.
Es el film el proceso de la pérdida de la infancia de Elliot, el paso a convertirse en un adulto. Y E.T, el extraterrestre, es una personificación simbólica de ese proceso doloroso, en el que dejaremos de imaginar, dejaremos los sueños para vivir amargamente de realidades opresivas. E.T representa esa época infantil en la que pueden existir naves espaciales de luces de colores; en la que se puede, con el poder de la mente, hacer levitar diferentes objetos (como hace el pequeño marciano a lo largo del film); en la que se pueden tener capacidades curativas con un dedo que se ilumina como la Campanilla de Peter Pan (el cuento, precisamente, de un adulto que no quiere dejar de ser niño); es la capacidad de volar en bicicleta y llegar casi hasta la luna; es la creencia judaica del propio director en la muerte y la resurrección; es la capacidad de nunca dejar de soñar, de nunca dejar de ser niño del todo. Es la capacidad de, siendo adulto, ser a la vez un niño. Porque la edad adulta es para Spielberg una edad que no comprende, es un mundo oscuro y turbio, lejano para él: en el film nunca llegaremos a ver a ningún adulto en primer plano (todos las personas mayores que perdieron esa capacidad de imaginar, son mostradas en la lontananza como elementos amenazantes hacia el pequeño extraterrestre, ergo, la infancia de Elliot,esa que quieren arrancar por la fuerza); las personas mayores no son mostradas (como el profesor de Elliot, al que sólo veremos las rodillas mientras escuchamos su voz); los adultos no son mostrados porque se ocultan debajo de trajes de astronauta que les dan aspecto terrorífico.
Sólo dos adultos son mostrados en el film: el personaje de la NASA interpretado por Peter Coyote, porque es un adulto que no dejó de ser niño, es Elliot dentro de 30 años. El segundo personaje adulto que aparece mostrado por el director es la madre de Elliot, porque debe observar de primera mano el doloroso proceso de Elliot de dejar de ser niño, de convertirse en un adulto, que muy pronto se convertirá en una persona independiente y abandonará el hogar, como su marido.
Evidentemente, E.T finaliza a lágrima viva, con el pequeño alienígena volviendo a su planeta, separándose de Elliot. Esa infancia que se va, pero no del todo. Ese es el mensaje positivo de Steven Spielberg. Cuando la infancia parece que muere para siempre (como E.T parece que muere, mientras Elliot le dice: “Mira lo que te han hecho”, en clara alusión a la matanza de la infancia por el mundo adulto), el pequeño y bondadoso marciano resucita como Blancanieves para volver a casa y mantener vivo en Elliot el espíritu de Peter Pan: que aunque seamos adultos, nunca perdamos esa capacidad de soñar, de fantasear y esa alegría por vivir, aunque sea en el peor entorno posible. El extraterrestre se despedirá de Elliot diciéndole: “Estaré aquí mismo”, mientras los acordes de la música de John Williams traen más emoción si cabe al momento. Y efectivamente, aunque nos hagamos adultos, E.T estará aquí mismo. Basta mirar a las estrellas e imaginar mundos de fantasía y amigos que podrán venir algún día de allá arriba, para saber que siempre seremos niños. Que a pesar de las duras realidades de la vida cotidiana, siempre podremos rememorar aquellos tiempos de fantasía, en los que todo era mucho mejor.