Corría el año 1984 cuando un joven James Cameron venía de sobrevivir a una infernal producción que acabaría en un desastre sin paliativos a nivel comercial y crítico. El esperpento al que nos referimos es, por supuesto, Pirañas II. Los vampiros del mar. Una guerra brutal contra el productor (y director en la sombra del engendro) Ovidio G. Assonitis, no impidió que James Cameron acabase resultando el director firmante de la lamentable secuela del film de Joe Dante.

Desencantado, y mientras firmaba el libreto de otra secuela, Rambo II, Cameron empezaba a preparar la que sería su verdadera ópera prima como autor. Su título: The Terminator, una historia de ciencia ficción sobre un cyborg asesino y viajes en el tiempo.

LA REBELIÓN DE LAS MÁQUINAS

Terminator es una obra maestra que funciona como un híbrido de géneros cinematográficos en boga en el momento de su realización. Es evidente que el film bebe de las películas de ciencia ficcin distópica de los años 70 (THX 1138; Soylent Green; Rollerball; Westworld…); también de thrillers urbanos de estética sucia como Taxi Driver o Malas Calles; por no hablar de las películas con justicieros urbanos como las protagonizadas por Charles Bronson. Incluso posee un malicioso guiño al slasher o films de serial killers: al inicio, y desconociendo los rasgos faciales de la Sarah Connor que el Terminator ha venido a despachar, el T-800 asesina a todas las Sarah Connor de la ciudad siguiendo el orden en el que aparecen en el listín telefónico; viene llamado por ello el «asesino del listín telefónico» (sic).

Pero sobre todo Terminator es una gran película de acción, repleta de persecuciones espectaculares y excelentes set pieces ambientadas mayormente durante la noche, donde predominan los tonos oscuros. Es ahí donde se ve la habilidad de James Cameron para crear un film eléctrico y de un ritmo que no da tregua.

La ya mítica banda sonora de Brad Fiedel mezcla dos melodías, una metálica y otra más lírica y nostálgica que simbolizan la lucha entre tecnología y humanidad; donde se mezclan un cierto tono apocalíptico con otro de cierta esperanza.

Pero si hay un ganador en Terminator es Arnold Schwarzenegger. La mole austríaca, vilipendiado injustamente durante años y al que el tiempo situará como el gran actor que es, brilla como el brutal e implacable cyborg. Desde su primera aparición, desnudo y en pose imperial (en contraposición con la de Reese, en posición fetal, lleno de cicatrices y dolor como en un parto) el ex gobernador de California se adueña del film y convierte a su personaje en uno de los grandes iconos del cine moderno.

Es en gran parte a través de su interpretación robótica, fría y a la que el actor presta su acento y facciones germánicas, que el tema principal del film se desarrolla de manera notable. Ese discurso de un futuro aterrador donde la teoría expuesta por Isaac Asimov ha cogido forma. Donde la inteligencia artificial creada por el ser humano se vuelve contra su creador; un mundo actual donde las máquinas y el hombre viven cada más mimetizados: obsérvese ese momento en el que un contestador automático se «hace pasar» por humano y tras un saludo acaba diciendo «Te engañé, estás hablando con una máquina»; o el Terminator, capaz de imitar voces humanas y que se pasea por las calles de Los Angeles vestido de punk, imperceptible para el resto…

En ese devastador contexto de lucha por nuestra supervivencia como especie, sólo un nombre ofrece una esperanza: John Connor. Una especie de profeta aún no nacido y cuyo destino ya está escrito. Una historia con ribetes bíblicos que presagia la lucha final entre las fuerzas del bien y del mal.

Terminator ha cumplido 36 años, pero su mensaje en estos tiempos de crisis de libertades, está más presente que nunca: Habrá que ponerse en marcha antes de que llegue la tormenta…