«Quiero formar parte del sentimiento Athletic» decía Eduardo Berizzo el día de su presentación como entrenador del Athletic. El Toto bien sabía de primera mano que pertenecer al Athletic es casi cosa de elegidos en el campo profesional. Más, como en su caso, si es de fuera, debido a nuestra singular filosofía, que a veces, sí, se ha estirado para dar cabida a futbolistas de primer nivel que difícilmente hubieran jugado en nuestro club de haber ocupado la poltrona en su momento alguien más tendente a la ortodoxia pura.

«ESTE ES EL MEJOR EQUIPO DEL MUNDO»

¿Qué significa formar parte del sentimiento Athletic? Significa pertenecer a un club diferente. Lo sé, ya lo dijo un famoso escritor latinoamericano: todos los pueblos son iguales incluso en su pretensión de ser diferentes. Nosotros también tenemos la arrogancia de declararnos diferentes. No somos mucho más diferentes del «mes que un club» culé; del «mejor equipo del siglo XX» madridista; o del «¿por qué somos del Atleti?» del club del Manzanares.

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Para ser un club diferente, empero, no sólo bastan las palabras. El Athletic no es un club diferente sólo porque su masa social lo dice así. No lo es sólo por slogan. Lo es porque jugamos con sóloo jugadores de casa, de Euskadi. Incluso el que no lo es lo acaba siendo. ¿Quién puede decir eso en otro equipo? Esa filosofía es nuestro tesoro; nuestro club ha tenido campeones del mundo, de Europa, del Universo casi… y sin embargo, mientras pertenecieron a nuestro Athletic siempre nos referimos a ellos simplemente como «nuestros chavales». ¿Se imaginan llamar «nuestro chaval» a Messi en Barcelona, a CR7 en Madrid o a Wayne Rooney en Manchester? Difícil. El Athletic es diferente porque huye de divismos. Eso da una sensación de cercanía con los jugadores, con los entrenadores, aunque sean o hayan sido auténticas estrellas del fútbol mundial. Por aquí han pasado supercampeones como Heynckes; como Luis Fernández; campeones como Marcelo Bielsa, Fernando Daucik o como Howard Kendall, que en su triste despedida del Athletic declaró en su dificultoso castellano: «este es el mejor equipo del mundo».

«ALLÍ LOS FUTBOLISTAS JUEGAN PARA EL PAÍS»

Quizá no sea cierta objetivamente esa afirmación. O sí. Es difícil medir empíricamente las razones que llevan a considerar a un equipo como el mejor del mundo.

Lo que sí somos es un equipo popular. «Herritik sortu ziñalako maite zaitu herriak», reza uno de las estrofas de nuestro himno. Como equipo popular, pertenecemos al pueblo, y el pueblo es el Athletic. De esa conjunción brota una religión casi sin parangón en el fútbol mundial. Bilbao no se puede entender sin el Athletic. El rojo y blanco inunda cualquier rincón del Botxo. Ya sea un bar, un balcón de una casa privada, el escaparate de una óptica… Es así como Bilbao se diferencia del resto de ciudades del mundo, cuyos monumentos más importantes son las Catedrales. Aquí, la Catedral es el estadio del Athletic, que ya lleva nombre de Santo. Y esa corriente es tan apasionante, que se filtra imparable por el resto de Bizkaia y casi en toda Euskal Herria. Porque sí, también los lazos que unen históricamente al Athletic y a Euskal Herria son innegables. «En Bilbao los futbolistas juegan para el país; un lugar único», declararía el técnico renano Jupp Heynckes.

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«EN BILBAO TODO EL MUNDO HABLA DEL ATHLETIC TODOS LOS DÍAS»

No hace falta ser un buen periodista para hacer una gran entrevista. Basta tener un gran entrevistado y cada palabra que surge de ese encuentro quedará grabada en la memoria de quien la escucha. Bien lo saben en ese botellón etílico con forma de programa deportivo llamado El Chiringuito, que una vez tuvieron a Julen Guerrero como protagonista del programa. Cuando le preguntaron qué es el Athletic, el Rey León más puro que ha pasado por Lezama intentó sintetizar una pregunta tan amplia, y lo consiguió de manera brillante: «El Athletic forma parte de la familia allí en Bilbao. Allí todo el mundo habla del Athletic todos los días».

Desde que quien esto escribe tiene memoria, lo primero que hacía cada mañana antes de ir la ikastola era beberse un zumo de naranja y un Cola Cao  mientras leía las noticias del Athletic en el periódico, que ya estaba esperando sobre la mesa. Cuando se acababan, se cerraba el diario y a escuchar sermones de historia oficial por parte de las andereños de turno.

Muchas veces eran noticias rutinarias, pero a veces había auténticas convulsiones: Ander Garitano se marcha; el Madrid paga la cláusula de Karanka; el Cuco Ziganda vuelve a Osasuna; Andoni Zubizarreta regresa como director deportivo, Julen Guerrero decide colgar las botas a lágrima viva… Muchas noticias diarias, que sí, luego se comentaban con alguien más, donde fuera. El Athletic siempre en los temas de conversación primero, y luego, como plato secundario, las cosas importantes de la vida: los estudios, la salud, la economía y ya con los años, la carrera profesional.

Y cuando se visitaba San Mamés de pequeño, la anterior al partido era una noche en blanco. Las visitas a Lezama eran un suplicio porque tenía a los futbolistas cerca. Todavía con la inocencia de un niño, no los consideraba «nuestros chavales». Eran los Dioses del Olimpo Griego escapados del libro de Robert Graves que caminaban a mi lado. Y cuando Julen pasaba a mi lado, con una voz temblorosa acertaba pedirle una foto. Decía sí. La revelaba, hacía un marco en clase de Plástica con piezas de Pasta italiana (sí, el alimento) e insertaba la foto y la ponía en un altar. Los demás chavales de ikastola venían a mi casa a verla. A fin de cuentas era con Julen Guerrero. El Peter Pan del fútbol que una vez nos llevó a Nunca Jamás.

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Quien esto escribe, siendo un niño, con Julen Guerrero. 

«ME SIENTO COMO SI HUBIERA NACIDO EN ESTA TIERRA»

Y sí, somos uno de los mejores equipos del mundo. Porque tenemos las vitrinas llenas, aunque en los últimos 33 años (la edad que tengo yo), hayamos ganado apenas una Supercopa. Pero da igual, porque la cantidad de títulos logrados en nuestra historia, la lejanía de los tiempos ganadores y la resistencia ante un fútbol económicamente agobiante y bochornoso, aumenta la leyenda.

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Aunque parece que fue ayer, lejos quedan ya las dos Ligas logradas con Javi Clemente y la Copa ganada traída a Bilbao en 1984 a puñetazos y a patadas ante un Barcelona frustrado. La unión siempre hizo la fuerza en el Athletic. La unión del vestuario, y la unión de equipo y afición.

Y aunque los títulos se hayan resistido, no significa que no haya habido éxitos y noches gloriosas. ¿Quién no recuerda el partido ante el Newcastle? ¿O la noche ante el Sporting de Portugal? ¿O la remontada a Osasuna? ¿Quién no recuerda el 15 de mayo de 1998? Aquel día, un tarifeño francés saltó al centro del campo tras ganar 1-0 al Zaragoza y convirtió por primera vez a San Mamés en la Maestranza. No había toros, pero aquel singular personaje hacía pases toreros con la ikurriña mientras 40.000 gargantas gritaban al unísono «olé». No era para menos: el Athletic había quedado subcampeón de Liga, después de faenar a miuras como el Real Madrid, el Superdepor o el que se pusiera por delante. Aquel hombre, Luis Fernández, campeón de la Eurocopa 84 como jugador, declararía: «Me siento uno más de esta tierra, como si hubiera nacido aquí en Euskadi». 

«MI MUJER ME DIJO QUE QUERÍA SER VASCA»

24 Copas del Rey y ocho Ligas figuran en nuestro palmarés, amén de otros trofeos más pequeños. Dos finales de UEFA, tantas incontables de Copa… Pero quizá lo que nos haga diferentes es esa inocencia de pensamiento. Un cubano le dijo a Arnaldo Otegi una vez que los vascos éramos los últimos indígenas de Europa. Quizá, los aficionados del Athletic seamos también los últimos indígenas del fútbol, aunque esto también se esté perdiendo, lamentablemente. Digo lo de ser indígenas porque somos una de las pocas aficiones que anteponemos la tradición y las reglas no escritas al ganar. Alguien dijo del Athletic que decidimos perder para ganar más. Y bien lo saben los futbolistas que debutan y se retiran en el Athletic. Y los entrenadores que pasan por aquí. Desde la década de los ochenta pocos son los que han pasado por el Athletic y han engrosado su lista de títulos. Tenemos ese pensamiento ancestral. Pero todos se sienten ganadores cuando miran atrás y rememoran su estancia en el Athletic. ¿No es eso ser diferentes? ¿No es eso provocar sentimiento de pertenencia? Mi buen Marcelo Bielsa, me dijo una vez que «mi sueño es retirarme e irme a vivir a un pueblo perdido del País Vasco. Me enamoré». Más famosa es otra frase suya, porque la hizo en público: «Mi mujer me dijo una vez que le gustaría ser vasca». Hasta Laura Bracalenti se enloqueció con la estancia del Loco en Bilbao.

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«SOMOS UN GRUPO DE CHAVALES QUE REPRESENTA DEPORTIVAMENTE A UN PUEBLO»

He intentado explicar algo inexplicable. Qué es el Athletic, qué es ser del Athletic y qué es formar parte del sentimiento Athletic, como decía Berizzo. Quizá la mejor manera de hacerlo es la siguiente retahíla de nombres: Lezama, Bata, Pichichi, Bergareche, Carmelo, Canito, Orúe, Garay, Mauri, Maguregui, Arteche, Merodio, Uribe, Panizo, Gainza, Venancio, Zarra, Iriondo, Iribar, Irureta, Carlos, Villar, Vidal, Sáez, Arieta, Rojo, Aranguren, Guisasola, Uriarte, Amorrortu, Clemente, Zubizarreta, Urkiaga, Núñez, Goikoetxea, Liceranzu, Argote, Julio y Patxi Salinas, Endika, Urtubi, Sarabia, Dani, Gallego, Noriega, Luis Fernando, De la Fuente, Cedrún, Sola, De Andrés, Andrinua, Garitano, Urrutia, Alkorta, Ziganda, Valverde, Valencia, Mendiguren, Guerrero, Larrainzar, Larrazabal, Lakabeg, Alkiza, Etxeberria, Urzaiz, Ezquerro, Orbaiz, Yeste, Del Horno, Gurpegui, Iraola, Llorente, Susaeta, San José, Muniain, Aduriz, Mr. Pentland, Daucik, Senekowitz, Koldo Aguirre, Kendall, Heynckes, Luis Fernández, Caparrós, Bielsa…

No están todos los que son, porque 120 años dan para muchos nombres. Pero los de arriba sintetizan algo: somos lo que fuimos y seremos lo que somos. De abuelos a padres, de padres a hijos, y de hijos a nietos. Javi Clemente dijo: «Somos un grupo de chavales que representa deportivamente a un pueblo»  Así será hasta el fin de los días.

AUPA ATHLETIC!!

ENDIKA BREA BERASATEGI