(…) Prefiero ser recordado como un socio más del Athletic; como una persona que sabe lo que son los colores rojo y blanco; y como una persona que sabe que representamos deportivamente a un pueblo.
Javier Clemente
Pocas imágenes representan mejor el azote del sistema contra un individuo incómodo como la portada del diario Marca del 6 de septiembre de 1998. España pierde 3-2 en Chipre. La opinión pública se había resignado durante seis años porque los resultados habían acompañado y no podían hacer nada ante eso. Pero resignarse no es sinónimo de olvidar y las hienas del sistema se acurrucaron bien, esperando su momento. La primera ola llegó tras el fracaso durante el Mundial de Francia 98 en el verano. La puntilla llegó con la derrota en Chipre dos meses después y con aquella portada, una imagen que evocaba la petición que en la Antigua Roma la plebe hacía a su Emperador: acabar con la vida de sus gladiadores. Javier Clemente Lázaro (Barakaldo, 1950) era fulminado pocas horas después de su cargo como seleccionador nacional. Se había hecho durante años muchos enemigos…
LOS IRREDUCTIBLES VASCOS
Principios de los años 80. España trata de salir de la dictadura siendo dirigida por gente de dentro de la dictadura. La llamada Transición Democrática lleva aparejada con ella represión y violencia para que el pilotaje de la situación por los de arriba no se vaya de las manos. Conflictivos como pocos, los vascos decidimos llevar el pulso también al terreno deportivo. La Real Sociedad de Alberto Ormaetxea desquicia durante dos años a la aristocracia de la Liga llevando a las vitrinas de Atotxa dos campeonatos. Cuando parece que ese miniciclo, oasis en el desierto de los equipos humildes, va a acabar con ese díptico inesperado, aparece el vecino para molestar todavía un poquito más al status quo futbolístico.
El Athletic se lleva dos campeonatos de Liga (82-83 y 83-84) y la Copa del Rey de 1984. Lo hace contra viento y marea; a llamada de corneta. Los partidos se convierten en batallas de una guerra donde los guerreros rojiblancos salen victoriosos a base de casta, coraje y carácter, mucho carácter. En el banquillo, el joven líder, un ex futbolista prometedor que se tuvo que retirar muy joven por una maldita lesión: Javier Clemente. Comparado en sus inicios con Bobby Charlton, Javi había visitado los años anteriores la patria de éste último, para estudiar el sistema futbolístico del Ipswich Town de Bobby Robson y con aquella fórmula victoriosa pasada por su filtro personal, se hizo cargo del banquillo de San Mamés.
Ni la presión de los medios de comunicación de las dos ciudades importantes del Estado; ni la persecución a Goikoetxea por la prensa internacional tras lesionar a Maradona; ni todas las adversidades naturales que se producen durante una competición… Nada se interpuso en el camino de un equipo para el recuerdo. Un grupo de talento y unidad que atacó cuando debió y se defendió como pudo. Lo que se ganó con justicia deportiva se intentó arrebatar de otras maneras, algunas literalmente violentas, como ocurrió en el triste epílogo de la final de Copa del 84.
LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO
Estos primeros actos irreverentes trajeron consigo los primeros conflictos con el régimen establecido al que no sentaron nada bien estos éxitos de quien estaba destinado a servir de simple sparring de los equipos grandes. Javi Clemente, el Rubio de Barakaldo como ya empezaban a llamarle, se creaba sus primeros enemigos. Una tónica que iba a perdurar en el tiempo.
El Athletic, en sentido opuesto, perdía la final de Copa en 1985 ante el Atlético de Madrid y, como ocurre con los grandes Imperios de la Historia que imponen su dominio en un momento concreto, se derrumbó más por cuestiones internas que por competencia externa. El conflicto con Manolo Sarabia se salda con el cese de Javi Clemente como entrenador del Athletic. Se cierra el que seguramente sea el ciclo más glorioso e importante de la historia rojiblanca. Al menos, de la historia moderna.
El Rubio pone rumbo a un nuevo destino: el Espanyol, al que llevó a un tercer puesto en Liga y a un recordado y doloroso subcampeonato de UEFA. De aquellos tiempos, quedaron apodos para el recuerdo: sus invenciones fueron llamar Pipiolo a Losada y Txingurri a Valverde.
Seguían molestando los éxitos de un personaje contestatario y Jesús Gil, otro carácter abonado a la polémica, decidió apostar por él y cesarlo cuando el Atlético de Madrid estaba en segunda posición en la Liga. Las consecuencias de aquella temeraria decisión para el equipo del Manzanares fueron un lustro de baile de entrenadores continuo y el equipo siempre mirando más hacia abajo que hacia arriba.
SEGUNDAS PARTES NUNCA FUERON…
En el verano de 1990, José Julián Lertxundi gana las elecciones a la presidencia del Athletic y Javi Clemente vuelve al banquillo de San Mamés. La década de los 90 inicia con unos años turbulentos deportivamente para el Athletic, que coquetea durante dos años con el descenso. El fútbol y la mentalidad han cambiado y Javi no da con la tecla. Es cesado tras una derrota en Castellón y se vuelve a escribir otro triste final en su segunda etapa como entrenador del Athletic.
Queriendo repetir secuelas, el Espanyol lo llama desesperado al año siguiente para tratar de salvar a un equipo hundido. Lo consigue a lo grande. Se cumple una década de su periplo como entrenador. Diez años de conflictos con la prensa y muchos enemigos que han crecido por el camino. Impertérrito y siempre dispuesto a responder al que le cuestiona, le llega en el verano de 1992 la gran oferta. La propuesta que le va a poner en el centro de la tormenta. Ya no va a dirigir a un equipo de un rincón del Estado; no va a ser más una pequeña molestia. Ahora va a ser el seleccionador nacional, equipo que supuestamente une a todo un país…
LA GUERRA DE LOS SEIS AÑOS
Esa decisión, una barbaridad ya desde el inicio para muchos de esos escritores de fina pluma, la había tomado otro ex del Athletic: el presidente de la RFEF Villar. La guerra Clemente-periodistas no se hizo esperar. En una época dominada por el Barcelona de Johan Cruyff, Clemente comete su primera osadía: deja fuera de las convocatorias de España a los miembros de la Quinta del Buitre.
Clemente, el más Hawksiano de los entrenadores por su tendencia a dar importancia al coleguismo y al buen ambiente de un grupo, convierte a la selección española en un grupo de amigos. Donde todos priorizan el equipo y dejan las rencillas fuera. Ese ambiente convierte a España en un equipo ganador que desquicia a esos patriotillas con micrófono y máquinas de escribir y a jugadores que se han quedado fuera. El rencor se guarda como bolas de cañón que se van amontonando para cuando la ocasión se presente propicia para dispararlas.
El Mundial de USA’94 y la Euro del 96 en Inglaterra despiden de manera injusta a un equipo que pierde en cuartos de final siendo mejor y en su pico de forma. Javi ataca y humilla en rueda de prensa a todo aquel que se atreva a meterse con alguno de sus futbolistas. La prensa quiere retirar a Zubi, exige un fútbol más ofensivo, cualquier cosa diferente… la cosa es presionar. Y el Rubio sale siempre de éstas batallas con la sonrisa de quien ha ganado.
Pero llega Francia y el año 1998. España llega como una de las favoritas, precisamente, por el trabajo realizado por Javi. Nigeria sorprende en el primer partido y a partir de ahí todo es cuesta arriba. España empata contra Paraguay y no depende de sí misma. Se concreta la debacle y España se va a casa a las primeras de cambio. Ha llegado el momento de la revancha para los buitres: Zubizarreta, uno de los intocables de esa selección rebelde, se retira del fútbol como algún otro grande (Zidane me viene a la cabeza), manchado por un error en su final… el escarnio y el ataque es tan virulento como vomitivo. Clemente aguanta una presión que muy pocos habrían podido aguantar.
Pero el golpe de gracia llega en Chipre dos meses después. Derrota, portada exigiendo sacrificio y cabeza en bandeja de plata. Ha costado, pero la carroña por fin se da su festín. España volverá a ser gloriosa, patriota y llena de huevos y testosterona. El peneuvero nacionalista, el enemigo, ha caído…
CAUSAS PERDIDAS
El periplo de Clemente con España ha dejado un rastro de sangre que el sistema no va a perdonar. El Rubio empieza un periplo de equipos que luchan por no bajar. Entre tanta causa perdida, le da tiempo a realizar milagros, como salvar a Betis, Real Sociedad (donde alguno no le perdona que sea de corazón rojiblanco) o a nuestro Athletic, donde la inefable presidencia de Fernando Lamikiz se supera a sí misma y decide destituir a Clemente con la pretemporada sin iniciar. No consigue lo imposible en Tenerife, Murcia o Gijón. Como los éxitos sólo se cuantifican en función de las Copas que uno gana, Clemente viene ridiculizado en esta última etapa de su carrera donde le da tiempo para seguir mandando mensajes y poner a algún Shakespeare frustrado en su sitio.
Cada vez con el camino más cerrado por sus rencillas con los que mandan y por las nuevas generaciones de entrenadores que pisan fuerte, al Rubio le da tiempo de experimentar por países como Serbia, Camerún o Libia. A nivel nacional lo tiene crudo.
ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO
Mucho ha llovido desde aquella portada del diario Marca. Mucho ha cambiado por el mundo, y mucho ha cambiado el fútbol. Las guerras que nos dieron los dos últimos títulos ligueros y la Copa del 84 inician hoy en día con un espectáculo de luces en los estadios, muy a la Superbowl; los jugadores llevan tatuajes que simbolizan pertenencia a un clan cerrado y que les aleja de los espectadores; el juego se detiene para dibujar líneas con escuadra y cartabón en las imágenes para decidir si hay fuera de juego; ya no hay barro en la hierba ni es un hándicap para un equipo contrario si nieva o llueve…
Pero algo no cambia. Los principios y lo que significamos. Bien lo sabe Javier Clemente. Es preferible caer con dignidad que vivir indignamente. El Rubio de Barakaldo es la figura más importante del Athletic de los últimos 40 años. No extraña por consiguiente, que él y el Athletic vayan de la mano. Porque cuanto más exijan dejar de ser únicos, más nuestros seremos; cuanto más nos exijan globalizarnos, más nos cerraremos; cuanto más nos exijan eliminar nuestra singular filosofía y nuestra identidad para no perder, más ganaremos… Eso, a fin de cuentas, son el Athletic y Javier Clemente: una resistencia contra el poder establecido; un cuco que vuela libre y que vuela como quiere. Eso, que tanto escuece y jode al sistema, son nuestras Ligas y nuestras Copas. No lo olvidemos.
ENDIKA BREA BERASATEGI
lo mas grande que tuvo el Athletic
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