He visto que las madres son conductoras de autobús… No… que son autobuses. Nos transportan y nos dejan en el camino y después se alejan… y nosotros, en lugar de seguir con nuestras vidas, tratamos siempre de volver a ellas.
Tony Soprano
A Jim Gandolfini…
Santos Criminales (The Many Saints of Newark, 2021, Alan Taylor) me ha vuelto a llevar a Los Soprano. La interesante precuela estrenada recientemente en la pantalla grande provocó que por tercera vez en mi vida me sumergiese en los barrios del Estado de New Jersey acompañando a los gangsters que dominan el submundo ilegal de la costa Este americana.
Debo reconocer que la serie me había gustado las dos veces anteriores, pero que no recordaba que era tan buena. Porque lo es. No tengo duda, además, de que ello es debido en gran parte a haberla visto esta última vez como los dioses de la HBO la trajeron a este mundo: en la cándida desnudez de su versión original. Disfrutando de ese inglés tan particular con el que hablan sus protagonistas, de esa cadencia verbal que se escapa en el doblaje. Pero no sólo es la lengua madre de Boris Johnson lo que eleva a Los Soprano a la categoría de obra maestra de la pequeña pantalla.
LOS SANTOS INOCENTES
La serie retrata la vida cotidiana del capo de la mafia de New Jersey Anthony Tony Soprano, y de sus dos familias: la de sangre, con su mujer Carmela (Edie Falco) y sus hijos Meadow (Jamie-Lynn Sigler) y Anthony Junior «AJ» (Robert Iler); y la profesional. En este último núcleo van entrando y saliendo diversos personajes a medida que las temporadas avanzan, pero Tony cuenta con cuatro pilares fundamentales para sostener los negocios: su tío Corrado «Junior» Soprano (Dominic Chianese), con quien Tony tendrá una relación amor-odio durante toda la serie; su prágmatico consigliere y segundo en la sombra Silvio Dante (interpretado por el guitarrista de Bruce Springsteen Steven van Zandt); y los pasionales y brazos ejecutores Peter Paulie Gualtieri (Tony Sirico) y Christopher Moltisanti (Michael Imperioli; entiendo que el apellido de éste último es el que sirve para titular la reciente precuela en su versión original: Moltisanti en italiano se traduce por «Muchos Santos» o «Many Saints». Recordemos que el personaje principal de la película es el padre de Christopher, Dickie Moltisanti).
Como ocurría con los personajes que morían en el prólogo de la maravillosa A dos metros bajo tierra (Six Feet Under,2001) que servían de hilo inductor de la trama, Los Soprano se sirve de las sesiones de terapia psiquiátrica de Tony Soprano para ir marcando el ritmo de cada episodio. A solas con su terapeuta Jennifer Melfi (extraordinaria Lorraine Bracco), Tony trata de superar sus ataques de pánico y las angustias que su sangriento y estresante día a día familiar le provocan.
JIM Y TONY
Una de las características de esa fábrica de crear obras maestras que es la HBO es la de sacar el máximo rendimiento de sus actores. Me pregunto si existe alguna interpretación mediocre de algún actor en alguna serie de la compañía propiedad de WarnerMedia. Un gran ejemplo reciente de esto es la segunda temporada de True Detective donde Vince Vaughn, al que tenía por un actor horroroso, me dejó con la boca abierta y con la sensación de carrera malgastada.
Pero en el altar de los actores que han trabajado para la HBO deberá estar siempre James Gandolfini. Sin su presencia nada sería lo mismo. El malogrado actor ofrece un recital creando un personaje de contrastes extremos: nos hace reir y nos aterroriza en cuestión de segundos; nos hace empatizar para en la misma escena hacerse odiar; del abrazo y el cariño pasa al asesinato en lo que uno tarda en pestañear. Cuando nos muestra su lado humano y nos acercamos a su lado, nos golpea recordándonos que es un capo del crimen organizado.
Gandolfini usa sus enormes características físicas a la perfección para con una mirada o un gesto exteriorizar ira, odio, ternura, dominio y tormento. Sentimientos que conocemos gracias al viaje psicológico que hacemos acompañando de la mano del personaje.
MADRE SÓLO HAY UNA
Los Soprano bebe de Freud y como buena radiografía freudiana de la condición humana, los recuerdos forjan la personalidad. El yo actual es una figura esculpida por lo vivido en el pasado, por las relaciones y los conflictos experimentados durante la vida.
La figura materna es de capital importancia en esa teoría del subconsciente. Y Los Soprano analiza el peso que la figura materna tiene en nuestra existencia como ninguna otra serie lo ha hecho. Todas las fobias, los tormentos y los terrores de Tony Soprano se asocian a su madre. Tony la quiere amar porque entiende que moralmente es lo correcto. No puede entender que una madre pueda hacer daño a su prole, a pesar de las advertencias de la doctora Melfi al respecto.
El resto de madres en la serie tienen una presencia permanente en este estudio de la psique humana: los intentos de Carmela por dar una buena educación a Meadow y AJ; las madres de Adriana o de Jackie Aprile Jr. tendrán que lidiar con las muertes de sus hijos antes de tiempo; el piadoso secreto que guarda la madre de Paulie con su hermana y la reacción de éste cuando lo descubre… Tony acaba aceptando toda esta verdad comparando a las madres con un autobús: «Nos transportan y nos dejan en el camino. Se alejan y nosotros, en lugar de seguir con nuestras vidas, tratamos siempre de volver a ellas».
EXISTENCIALISMO MAFIOSO
Muchos son los temas que se tratan en Los Soprano. Las luchas por el poder, la cadena de mando y las jeararquías son marca de fábrica de la HBO, discursos presentes desde The Wire a Oz pasando por Roma, Succession o series aparentemente menos serias como True Blood.
Pero si un tema tiene preeminencia en Los Soprano es el existencialismo; como si Jean Paul Sartre fuese un admirador de El Padrino y le hubiese dedicado un homenaje pasándolo por su filtro. Esa es una de las claves de la genialidad de la serie, ese discurso que va más allá de la mera superficialidad, que no habla de la mafia, que la usa para hacerse preguntas.
Si la corriente existencialista parte de la importancia del individuo y de la subjetividad («la verdad no existe, es subjetiva» decía Kierkegaard), todo en Los Soprano lo percibimos como espectadores desde el punto de vista de Tony Soprano: de su mente, de su estado de ánimo, de sus confidencias a la doctora Melfi… y de sus sueños, a donde David Chase nos permite el lujo de viajar en diversos momentos. Las secuencias oníricas en Los Soprano son recurrentes y de capital importancia: después de una cena en un restaurante indio, Tony agoniza entre pesadillas que le llevan a asesinar al chivato Pussy Bonpensiero; durante el coma al que le somete un disparo de su tío Junior, Tony realiza un viaje a un purgatorio en el que va perdiendo la identidad… Los sueños son mensajes que el subconsciente nos envía. De algo que sabemos pero que alguna razón mantiene alejada de nuestra superficie mental.
Así como el angst, la angustia por la absurdidad y la falta de sentido de la existencia. No sólo Tony sufre desmayos por ataques de pánico; AJ se pregunta diversas veces qué sentido tiene la vida; diversos personajes cuyo existencia diaria pende de un hilo y sobreviven a las situaciones más dramáticas, de repente mueren absurdamente en situaciones que firmarían los hermanos Coen (Richie Aprile, Ralph Cifaretto…)
Los Soprano es una desmitificación de todos los tópicos del cine mafioso (Tony paseándose con albornoz y con cara soñolienta mientras discute con su mujer e hijos por los estudios de estos es la última imagen que podríamos tener de un capo mafioso); condimentado con un tono irónico y con momentos que rozan la autoparodia referencial del género gangsteril (véase el momento en que Christopher, en un arrebato de ira, dispara en el pie al empleado de una panadería porque piensa que se burla de él: el actor Michael Imperioli sufre lo mismo pero al contrario en su inolvidable aparición en Uno de los nuestros). Todo ello desde el respeto y el cariño con el que son tratados todos y cada uno de los personajes que van entrando en la vida de Tony. Los Soprano mejora con los años como si fuese un Chateau Musar. Una obra maestra imperecedera.