Éramos todos muy amigos, nos gustaba jugar juntos, la pasábamos bien reunidos, intentábamos hacerlo lo mejor posible. Atacar mucho y luego recuperarla con ilusión de volver a atacar. Y esperábamos la compañía de la suerte. Eso, muchachos, es el fútbol…

El espíritu amateur, el amor hacia la tarea, es lo único que vuelve satisfactorio el tránsito por el trabajo…

MARCELO BIELSA

El final de junio de 1997 iba a marcar un punto final en muchos aspectos de mi vida. Se acababa mi periplo y el de mis coetáneos en ikastola de Berango: Aixerrota Getxo III se convertía en nuestra nueva cárcel para eruditos; se acababa la infancia: la adolescencia reclamaba su lugar a base de acné y el primer interés en el sexo opuesto; y sí, también se acababa nuestro paso por el Karabigane FT, el primer equipo de fútbol de muchos de los que fuimos (y son) niños de Berango: la siguiente temporada recalábamos en el Berango FT, los mayores, o la absoluta, como lo llamabámos algunos al equipo de nuestro pueblo.

Es necesario analizar nuestro paso por el Karabi como la metáfora que es de nuestro momento vital de entonces. El Karabigane representa el fútbol por diversión, la inocencia de dar patadas a un balón que sólo se vive en la infancia. Una derrota en un partido suponía el fin del mundo, una brecha en esa imaginación feliz y heroica que provocaba lágrimas durante horas. Ponerse la camiseta del Karabigane y saltar al campo de arena de Santa Ana era una prolongación de nuestros sueños de niños, donde jugadas mágicas y golazos nos llevarían a ver cumplido nuestro anhelo de jugar en el Athletic.

Todo eso acabó para mí cuando terminamos nuestro ciclo en el Karabigane. Empezar a jugar en el Berango supuso más restricciones, más orden, más táctica… la otra cara, la menos lúdica. Como la adolescencia en confrontación con la infancia.

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EL DREAM TEAM

En una época marcada futbolísticamente por el Barcelona de Johan Cruyff, el Karabigane, equipo que debe su nombre a un barrio de Berango, tuvo sus propios equipos de los sueños particular durante diferentes etapas. En la mía, tuvimos un auténtico equipazo especialmente en la temporada 96/97, donde acabamos subcampeones de Liga después de perder tan sólo un partido y empatar otro. Eso nos dió la opción de disputar el torneo de Campeones de Bizkaia, y también llegamos lejos en el Torneo de Mungía de aquel año. 

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La base era la pequeña familia que formábamos los compañeros de ikastola de Berango. Teníamos a Ekaitz Gutiérrez,  un portento físicamente y la banda era toda suya. Mikel Marín en el centro de la defensa era contundente y fuerte, nuestro kaiser, un Goiko y Liceranzu en uno. Jon Torres, alma y capitán del equipo, era apodado Turbo: imposible pararlo cuando iniciaba una arrancada. Y arriba estaba nuestro Romario, Aritza Arrizabalaga, con ese estilo rebelde que tienen los artistas del balón: los regateadores que solucionan partidos cuando quieren y están inspirados. 

Este era a grandes rasgos aquel equipo durante mi paso. Ahora bien, imposible no recordar al pastor de aquel rebaño.

 

EL MìSTER

Roberto Fernández supone mucho para muchos. Apostaría dinero a que a todos los niños de Berango les viene Roberto a la cabeza cuando piensan en su infancia. Entrenador, pero en una edad en la que el entrenador es un educador. Roberto ha sabido transmitir siempre muy bien los valores que deben ir siempre de la mano en la formación de los niños a través del fútbol. 

Imponía respeto cuando debía con esa voz profunda que tiene. Sabía dar oportunidades a todos para que el equipo compitiese contra el resto de equipos y no entre compañeros. Pero valoraba esfuerzos. El que no entrenaba, no jugaba. Una vez terminaba el partido y uno se terminaba de duchar, llegabas al aparcamiento y el maletero de su Ford rojo estaba abierto: ya nos esperaban allí los refrescos y las galletas post partido, famosos encuentros que servían para unir más lazos, no sólo entre los chavales, también entre los padres. 

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Ayudado por sus hijos Igor (entrenador de los benjamines) y Arkaitz, Roberto ha sido el Profesor preferido de muchos de nosotros, porque no había suspensos ni te hacía estudiar. Sólo el famoso «salgan y jueguen». A su lado, estaba su peculiar mano derecha, el alocado complemento sin el que no se pueden entender tampoco aquellos entrenamientos y aquellas temporadas…

 

EN EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS

El Karabigane suponía para muchos poner en práctica nuestros sueños. Para otros más crecidos suponía extender la infancia, agarrarse a ella, renunciar a crecer mientras se crece, rodearse de niños para no perder el carácter infantil que se difumina en el camino de la vida. Eso y más era el mucho más joven Gorka Madariaga, el Peterpanesco segundo entrenador, si se quiere inventar una palabra para darle un oficio. Siempre de broma, siempre picando para sacar lo mejor de cada uno, inolvidables sus «doble o nada» con los porteros Urko y Mikeldi en los entrenos. Colocaba diez balones en fila y apostaba con ellos que les clavaba la mitad por la escuadra. Perdía siempre. De ahí se sacaba de la manga el «doble o nada» y los diez disparos volvían a repetirse hasta que los jugadores de campo terminábamos el calentamiento. Entonces, Gorka corría un tupido velo en el tema de las apuestas y a pesar de endeudarse con nuestros jóvenes cancerberos  hasta las cejas, ahí no había pasado nada… hasta el siguiente entrenamiento.

Madari, gran persona, era la pasión en el equipo, siempre dialogante con los chavales también sobre temas de fuera del fútbol. A mí personalmente, me ayudó mucho con algunos problemas derivados de mi carácter introvertido. Lo recuerdo siempre con gran afecto, porque provocaba muchas risas y muy buen ambiente con ese carácter loco y un poco majara.

 

SIMPLY THE BEST

Dicho ha quedado que teníamos un buen equipo y buenos jugadores. Pero quedaría incompleto este artículo sin citar al mejor con el que he jugado. He tenido el privilegio de haber jugado contra Galder Garay, primero estando él en el Gorliz y luego en el Getxo, que pasaría por el Athletic y que fue mi compañero de clase seis años en Aixerrota. Muy bueno, buenísimo. He jugado contra Gorka Azkorra mientras estaba él en el Romo, y nos la lió petarda. He tenido brevemente de compañero en el Berango la temporada que dejé el fútbol a mi buen amigo Jon Garai Tuto, que también pasó por la cantera del Athletic y ha jugado muchos años en Segunda B. 

Pero si tengo que elegir, me quedo con uno de la casa con el que jugué en el Karabigane en la 95/96 y en el Berango en la 97/98. Igor Rivera. Brutal. Puedo decir sin miedo a exagerar que tuve el lujo de verlo en primera persona. Luego se quedó en el camino, y el por qué no llegó a más probablemente sea una pregunta que haya que hacerle al destino. Pero Igor lo tenía todo para haber llegado a Primera, no tengo dudas. Tenía una zurda bestial, un físico superior, carácter ganador y era un líder. Hacía parecer a los buenos futbolistas jugadores mediocres, y a los que éramos mediocres nos enfrentaba con la realidad. 

Con él quedamos octavos en la 97/98 en el Berango. Metió unos 20 goles rodeado de los que le rodeábamos, que no dábamos para mucho. Al año siguiente sin él, bajamos de categoría. Sin más. Muy sobrado. 

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KARABIGANE, KARABIGANE OE OE OE…

El barro pegado en las botas de tacos, los sacos de balones al hombro, el olor de Reflex en los vestuarios de Santa Ana, las charlas antes de los partidos, la guerra de toallas en las duchas, la ilusión que me hizo que me hubieran asignado la camiseta con el dorsal 8, en aquella época número fetiche para los bizkaitarras que éramos del Athletic… Muchos recuerdos se asocian a aquellos tiempos. 

Pero el que más, es la diversión por hacer lo que más nos gustaba y con quien más nos gustaba, sin ataduras… Las merendolas de cumpleaños de algún amigo, las aventuras que imaginábamos después de clase con ellos… esas cosas era en términos futbolísticos el Karabigane. No había premios, no había sueldos, no había restricciones a la magia. En la mente del niño sólo existe el correr detrás de un balón, recuperarlo y llevarlo a la portería contraria para que tu equipo gane. Y si es entre amigos, mejor. Eskerrik asko a todos los que me hicieron soñar: compañeros, entrenadores, amigos.

Karabigane, Karabigane, Oe, Oe, Oe…

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ENDIKA BREA BERASATEGI

Agradecimiento especial a Arkaitz Fernández por el material gráfico