De Valladolid partimos muy temprano hacia el norte. Palencia será nuestro próximo destino. Tenemos la mala fortuna de que la Catedral está en plena obra y no es permitido el acceso. Pero tras pasear por el casco antiguo de la ciudad, nos compramos un poco de chorizo ibérico, queso y pan y hacemos un tentempié en las alturas, al lado de uno de los puntos fuertes de Palencia: el Cristo del Otero, una escultura impresionante que parece bendecir a la villa desde lo alto. Desde allí se pueden disfrutar de unas maravillosas vistas de la ciudad.

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Después de un bocadillo reponedor, entramos de lleno en el Camino de Santiago. Primera parada: el encantador pueblo de Frómista. Inician para mí una serie de días especiales y cargados de nostalgia, recorriendo un trayecto tantas veces realizado en tren durante tantos años para ir de Euskadi a Galicia a pasar los veranos y las navidades. La parte más evocadora del tour me golpeará con fuerza. 

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En Frómista se encuentra su Iglesia de San Martín de Tours, una belleza de estilo románico, que me doy cuenta es mi estilo arquitectónico favorito. Después de tomar un café, visitamos también el Canal de Castilla, a unos 5 minutos del centro del pueblo, una de las obras de ingeniería hidráulica más importantes de la región. Al lado, se encuentra una curiosa señal que marca la dirección y los km. que restan a Santiago de Compostela, Roma y Jerusalén, tres de los puntos más importantes del cristianismo. 

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A escasa media hora de Frómista se encuentra el encantador pueblo de Villálcazar de Sirga, con su impresionante Iglesia de Santa María, construída por los Templarios durante la transición del románico al gótico. Justo al lado se encuentra un albergue-casa de los Templarios y una escultura dedicada a los peregrinos. Es finales de mayo, y el Camino se encuentra a reventar de caminantes que tratan de llegar a Santiago, cada uno con su motivo. El calor no da tregua.

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A poca distancia, siguiente parada: Carrión de los Condes, otro baluarte medieval de la zona. Lleno de peregrinos que paran para hacer noche en sus incontables albergues, visitamos el Monasterio de Santa Clara, del siglo XIII, en donde una de sus hermanas clarisas nos regala uno de los dulces que aún hacen a mano siguiendo la tradición. En el mismo pueblo, de un encanto maravilloso, se puede disfrutar de sus dos Iglesias, ambas consideradas de interés cultural. 

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Debido a la poca distancia entre pueblos, aún nos da tiempo para visitar otro pequeño pueblo encantador: Saldaña. Pequeña localidad que nos encanta con su centro medieval y casas que aún se conservan tal y como fueron levantadas. Las ruinas del Castillo de los Condes de Saldaña bien valen también la pena. Y con esto dejamos atrás la provincia de Palencia.

Y de allí, aún con el sol aún en lo alto, entramos en la provincia de León y al destino donde haremos noche: la maravillosa Sahagún, que tantas veces sirvió de parada en mis trayectos  entre mis dos lugares de origen. Instalados en el Bastide du Chemin, que rezuma medievalismo por los cuatro costados y en pleno centro de la localidad, disfrutamos de las majestuosas cigüeñas, cuyos nidos llenan las torres de las Iglesias. Tras cenar en uno de los tantos restaurantes que se encuentran en la plaza del Ayuntamiento, es encantador visitar la ciudad en el silencio de la noche, con sus edificios iluminados, como la Iglesia de San Tirso y el Arco de San Benito. Por la mañana en las afueras del pueblo, paramos a ver el pequeño puente romano, donde tengo la mala suerte de que algún insecto me pica en la pierna y me produce una reacción alérgica que 48 horas después me lleva a un tratamiento antiséptico.

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Bien temprano, llegamos a la capital: la bella León. Su impresionante Catedral nos sirve de referencia para movernos por la ciudad. Encantador también es su barrio Húmedo, donde nos damos un homenaje y nos zampamos un buen Botillo. Nos hubiera gustado haberlo dejado para Ponferrada, pero desgraciadamente esta vez, la localidad templaria por excelencia de España se encuentra fuera de nuestra ruta. En León también merece la pena visitar la Casa Botines, diseñada por Gaudí y caminar y perderse por sus calles del casco antiguo.

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Aún en plena tarde, viene uno de los pueblos que más me impresionaron de nuestro recorrido: Hospital de Órbigo. Un espectáculo medieval de primer orden, maravilla su Puente del Paso Honroso, construido en piedra y en donde a sus pies se siguen celebrando justas medievales para homenajear su pasado. Tenemos la oportunidad de asistir a un momento que retrotrae a otras épocas pasadas, cuando un pastor atraviesa el puente con un incontable número de cabras, que dejan tras de sí un rastro de estiércol con ese olor tan particular. 

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Y de allí, al punto donde hacemos noche: la evocadora Astorga, donde se encuentra el Palacio Gaudí, otro de los pocos edificios diseñados por el arquitecto que se encuentran fuera de Cataluña. En la conocida como Asturica Augusta en tiempos romanos, su impresionante Catedral nos sirve de preámbulo a la Ruta Romana con sus restos arqueólogicos. Nos llevamos cuatro tipos de chocolate tan típicos de allí para degustarlos con el paso de los meses, y pedimos consejo para poder cenar algo típico de la zona. Usamos el mismo truco de preguntar a los nativos del lugar algún sitio típico situado en las afueras. Una señora nos recomienda probar el Cocido Maragato y nos manda a unos diez minutos de Astorga, a un pueblo llamado Val de San Lorenzo y a un restaurante llamado Mesón Maragato, que lo recomiendo con entusiasmo. Allí, nos pegamos otro homenaje. 

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Y por la mañana, dejamos Astorga y nos dirigmos al sur. Abandonamos la provincia de León dirección a Zamora. El Camino de Santiago queda atrás. Intento agarrarme a él, tan cerca y tan lejos de Santiago. Pienso en tantos recuerdos de infancia, de juventud, en mi añorada Galicia. Volveré a ella algún día. En esta ocasión el viaje es a otros lugares… Aún quedan la provincia de Zamora, Salamanca y el colofón final: Ávila. Pero eso es de nuevo, otra historia para otro momento.