(Relato corto de «EL BUSTO» , que formará parte de un futuro libro en homenaje a Galicia).
Había nacido en Noia pero su vida había estado ligada a Esteiro.
Pepe Agrelo fue militante político antes que político militante, y fue escritor gallego antes de que estuviese permitido escribir en su lengua. Profesor en época de ignorantes; idealista cuando no había espacio para más ideas que las del garrote vil y la represión. Demócrata en tiempos de dictadura y marido y padre por devoción en unos años en los que uno se casaba y tenía hijos numerosos para honrar al imperante nacionalcatolicismo.
Defensor de la nación y la cultura gallega, escribió obras con la sensibilidad de quien es profesor y con la grandeza y la humildad de quien es sabio.
Intelectualmente inquieto y físicamente enérgico para desarrollar tantas actividades, quizá es por eso que no podía estar tan sólo en un lugar ni tan siquiera muerto. Por eso, en Esteiro, su lugar de adopción, se le levantó un busto justo al comienzo del paseo marítimo.
Dicen que nadie muere del todo mientras alguien le recuerde. Estoico aguanta el Pepe Agrelo de piedra el paso del tiempo, las lluvias torrenciales que lo bañan y el sol que lo seca. Impertérrito al devenir de las estaciones, el busto de Agrelo aún les habla a los paseantes que tienen un minuto para pararse junto a él. A ellos les recuerda aquello por lo que vivió: “Este país será o que os rapaces e as rapaciñas queran que sexa”.