10 de Noviembre de 1993. Sería la primera vez que entraba en la Catedral del Fútbol. San Mamés. 8 años recién cumplidos. Olor a cerveza en los aledaños; olor a cigarros puros dentro. ¿Cómo olvidarlo? Esos olores formarían parte de cada visita a nuestro estadio hasta bien entrado el siglo XXI.
Impresionado por el entorno. Compungido por estar cerca de los intocables que veía en los cromos de la colección Este y de los que escuchaba hablar en las transmisiones de Jose Iragorri. Ídolos que no parecían ser de carne y hueso envueltos en la zamarra rojiblanca.
Enfrente, un hueso duro de roer. El Deportivo de la Coruña. Un equipo que sin ni siquiera darse cuenta, se había convertido en el nuevo partido de izquierdas del fútbol español, dispuesto a darle guerra a la aristocracia formada por el dúo Madrid-Barcelona. Arsenio Iglesias, el Brujo de Arteixo, había creado una barricada defensiva formada por Djukic, Ribera, Voro, Donato y Mauro Silva, con Liaño bajo palos, que parecía imposible de batir. Era la jornada 11 y el Depor sólo había recibido un único tanto en contra. Arriba tenía dinamita pura, dinamita que conquistaría el Mundial en USA´94 meses después: Bebeto. Ya era líder, posición que sólo abandonaría en el último minuto del último partido fallando un penalty para la historia.
Los partidos contra el Deportivo en San Mamés se iban a convertir a partir de esa temporada 93/94 en una tradición durante los años 90. Mi padre, originario de Esteiro (A Coruña) es seguidor blanquiazul, y a través de contactos conseguía siempre entradas para los partidos contra el Depor, que se iban a convertir en pequeños derbys anuales llenos de piques paterno-filiales. El 0-2 de la 94-95 daría paso a dos victorias por 1-0 en la sufrida 95-96 y en la exitosa 96-97 (un recordado 1-0 que nos clasificaría además, para la UEFA); la 97-98 marcó un paréntesis de asistencia que se retomaría en el 2-1 de la 98-99. Como anécdota, en ese último partido nos tocaría estar sentados delante de Miguel Clemente Lázaro (QEPD), hermano de Javi, que se pasó el partido criticando el juego del Athletic provocando mi irritación continua aquel día. A partir de ese 1999, no asistiríamos a más duelos contra el equipo paterno en la Catedral.
El Athletic 93-94 desplegó un gran fútbol aún recordado, de la mano de Jupp Heynckes. El famoso rombo en el centro del campo que tantas tardes de alegría dió aquel año, funcionó de maravilla aquella tarde de noviembre contra el equipo de Arsenio. Y eso que pintaban bastos cuando Donato puso al Deportivo por delante cuando apenas habían transcurrido 45 segundos. Pero el Athletic de Heynckes iba a romper muchos moldes aquella temporada. Salimos victoriosos del Camp Nou ante el Dream Team y ante el Real Madrid en casa y fue capaz de convertirse en un rodillo y meterle tres goles aquella tarde a Paco Liaño; los que no había recibido en toda la temporada. Nuestro líder, Julen Guerrero, empató con la zurda. El puñal por la banda derecha que fue aquel año Xabi Eskurza dió ventaja dejando atrás a todas las camisetas blanquiazules que le salieron al paso; y Ernesto Valverde fusiló para dejar el 3-1 final en la segunda parte.
Feliz por el resultado de aquella primera vez, luego vendrían otras visitas a La Catedral. Como la del último partido de aquel año contra el Tenerife, que nos clasificó para la UEFA y tras el cual me enteré, afligido, que el Depor había perdido aquella Liga que bien mereció ganar. Fue la tarde del «que Dios reparta suerte» de un hombre extraordinario como Arsenio; de la desgracia de Djukic, del cual guardo una camiseta usada por él en un partido de la 91-92 como oro en paño, gracias a la amistad de mi padre con el ex portero deportivista Josu Anuzita. Luego vendría también el partido ante el Newcastle al año siguiente, el mejor partido al que he asistido nunca en San Mamés, con apenas nueve años.
Pero aquella primera vez, ante el SuperDepor, siempre será especial. Por ser la primera, por ser contra el Depor, por el olor a cerveza en Pozas, por el olor a cigarros puros dentro. Y porque por primera vez, vi que aquellas figuras rojiblancas que aparecían en los cromos de la colección Este y en las narraciones de Hoss Iragorri, existían de verdad. Pude por fin ver a mis ídolos, a mi equipo, a la Catedral del fútbol. Y desde entonces hasta hoy, (casi) todo sigue igual, aunque todo haya cambiado.
AUPA ATHLETIC!