La belleza tiene muchas acepciones y sinónimos pero si la Academia de la Lengua buscase una nueva podrían encontrarla en el fútbol de Zinedine Zidane. Con un pie gigante que le permitía disparar y pasar con las dos piernas y hacer que sus roulettes y sus regates fuesen aún más estéticos de lo que ya lo eran, Zidane creció en Marsella a pesar de sus orígenes argelinos.

Zidane

No tenía mucho aspecto de futbolista de primer nivel. Su cabeza mostraba una calva que le llevaba a las antípodas del futbolista atractivo y metrosexual. Fue esa misma cabeza, como la de todos los genios, la que era capaz de lo mejor y lo peor: la que conectó dos testarazos que auparon a Francia a los altares del fútbol en 1998 y la que usó como arma agresora contra el pecho de Materazzi cuando éste insultaba a las mujeres de su familia, y que le impidió retirarse repitiendo gloria mundial ocho años después.

Se destapó como el líder de un Girondins que llegó a la final de la UEFA en 1996 gracias, entre otros, a un zapatazo suyo desde el centro del campo que enmudeció el Benito Villamarín. El Milan vió en Dugarry a un fenómeno y la Vecchia Signora, mucho más sabia pues por eso es Vecchia, aprovechó el fallo rossonero y se llevó al verdadero crack de aquel equipo a Turín.

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Vestido de bianconero lo ganó todo, menos la Copa de Europa. Y tantas ganas tenía de ganarla, que se fue al Real Madrid y dió nombre a una política de fichajes y confección de plantilla en la que su nomenclatura representaba a los cracks. En la capital de España, dejó jugadas para el recuerdo y sobre todo convirtió la Novena del Madrid en una versión perfeccionada de la Sinfonía de Beethoven con un gol que, por ejecución y trascendencia, es uno de los más bellos de la historia de la Copa de Europa. Él fue el verdadero ser superior de un equipo que abrió la época moderna del fútbol: la de los empresarios y las empresas.

Cuando todos le reclamaban ya su ingreso en el geriátrico, Zizou aún tuvo tiempo de demostrar que Francia es más republicana que nunca, cuando con su último y revolucionario acto en 2006 llevó a su país a rozar la gloria. Mientras esto sucedía en los campos de Alemania en  2006, el Rey del Antiguo Régimen del fútbol galo, Michel Platini, iniciaba su caída por corrupción y abdicaba de su corona. 

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