Aupa Cuco,

Es una pena cómo ha ido el año. Desgraciadamente, ya me olía lo que iba a pasar. A mi señora le decía desde el inicio: esta temporada, nada. Pero no porque no confiara en ti. Si no porque creía que ibas a ser pasto de las circunstancias. Si ya no nos valía un entrenador nivel Barcelona, ni con ganar Supercopas, estaba claro que iban a bastar un puñado de malos resultados para que la gente se pusiera nerviosa, los medios de comunicación en posición de ataque y nuevos mecanismos usados por el entorno como son las redes sociales a echar humo. No puedo ser insincero y decirte que soy de los que he estado a tu lado hasta el fin. También he tenido mis momentos de cabreo como aficionado. Pero siendo honesto, he tenido más momentos de resignación, una ventaja indiscutible para el que ya preveía que algo así podía ocurrir.

Me apena enormemente que la situación haya acabado con este sabor amargo del que no consigue lo que quiere. Porque si algo no se puede negar, es tu amor a nuestro club. Y lo que no se puede negar es nuestro amor hacia tu persona. Quizá se haya abierto en algunos una brecha en la relación afectiva para contigo. Pero no dudo que el tiempo la sanará. Y volverás a la vitrina de nuestros mitos, que es adonde perteneces.

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Quien esto escribe no es cualquiera con respecto a ti. En pocos meses cumpliré la edad de Cristo, pero una vez, hace muchos años ya, fui un niño. Un niño que se ponía extremadamente nervioso cada vez que iba a San Mamés, un niño que no dormía los días de partido del  Athletic. Un pipiolo que estuvo en La Catedral del fútbol, ya destruída, aquel día contra el Newcastle. Un niño que siempre iba con el 9 a la espalda. Tu número. Y un niño que siempre te idolatró como a su jugador preferido del equipo.

«¡Cuco, Cuco!». Era el grito que más escuchaba cuando jugaba con mis amigos en la calle y metía un gol. Imaginaba que el público me gritaba «¡Cuco, Cuco!» porque yo representaba el papel de Ziganda.

Con el paso de los años, la mente comienza a carburar de otra manera. El paso del tiempo inicia el proceso de idealización de quienes ya no están, y otros ocuparon un lugar en esa idolatría, pero si me preguntan quién fue tu jugador preferido cuando fuiste niño, no hay duda: José Ángel Ziganda, Cuco. Ahí están todas las camisetas con tu número para demostrarlo.

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O el vídeo de la comunión de mi hermana. 3 de junio de 2000. Te acordarás bien de la fecha del día siguiente, Cuco. Osasuna, contigo en el campo, ascendía a Primera División después de seis años de penurias en el camino. En ese vídeo, se ve a toda mi familia cantando canciones tradicionales, y llega un punto en el que el alcohol empieza a surtir efecto en algunos de ellos, y del himno del Athletic mi tío pasa a cantar «Osasuna, oe, oe, oe» (siempre cayó bien en mi casa) para después entonar el más famoso cántico: «Cuco, Cuco»…  No se hasta qué punto Osasuna caía bien en mi casa por el propio club o porque tú como individuo serviste como eslabón emocional.

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En junio de 1998, te despediste por primera vez de nosotros. Cúan diferente fue entonces tu marcha. En un vídeo resumen del Athletic de aquella temporada del Centenario que aún conservo, el narrador dice: «Santi Ezquerro y Andoni Imaz son los nuevos fichajes para una temporada 1998-99 en la que faltará uno de los jugadores más queridos por la afición en la década de los 90…» Esos comentarios vienen acompañados por las imágenes del gol contra el Newcastle, y luego una masa enfervorecida en la Plaza del Ayuntamiento celebrando el subcampeonato que grita lo de siempre: «¡Cuco, Cuco!». Luego, eres tú mismo quien hablando a cámara te despedías de nosotros de una manera que con 12 años la primera vez que lo vi me hizo temblar de emoción: «Nunca os voy a olvidar. Que sigáis siendo diferentes, que sigáis siendo únicos, y que sigáis apoyando al equipo como siempre me habéis apoyado a mí». 

Por eso, sólo quería decirte que a pesar de un mal año, nosotros tampoco te vamos a olvidar. Porque somos el Athletic, y el Athletic no olvida a los suyos. A pesar de los tiempos modernos en los que vivimos. O por ello, con más razón.

«¡Cuco, Cuco!»…

Endika B. Berasategi