No lo tenía fácil el argentino Andy Muschietti a la hora de adaptar IT, la gruesa novela de más de 1.000 páginas de Stephen King. Y no sólo por la cantidad de material que se encuentra en el libro, si no por su propia estructura, que da saltos en el tiempo hacia delante, hacia atrás y hacia el presente.

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El caso es que los encargados de esta IT 2017 decidieron que la historia se rodaría en dos películas: la primera recogería toda la acción que transcurre durante la infancia del grupo de Los Perdedores y la segunda durante su edad adulta. Quizá esto ha acabado jugando en contra de la película de Muschietti porque pierde precisamente el desarrollo de conflictos de y entre personajes que era mucho más rica en la novela. Los saltos en el tiempo nos ayudaban a entender mucho mejor a los personajes de lo que nos permite la narración lineal del film.

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La gran cantidad de protagonistas, nada menos que siete, también supone un lastre para Muschietti a la hora de comprimir todas las subtramas inherentes a cada uno de ellos. Ello dirige a Muschietti hacia tierra de nadie a la hora del tratamiento temático del film, pues se dispersa en sus análisis superficiales de la amistad, del despertar sexual, de la incomprensión filial por parte de los padres y de la rebelión de éstos hacia sus progenitores. La película va basculando de un tema a otro, dando bandazos pero sin ninguna concreción, lo que resta profundidad dramática a la película en muchos momentos. Tampoco el personaje del malvado adolescente Henry Bowers, que durante algún momento parece que va a ser la reencarnación humana de Pennywise está excesivamente trabajado y su subtrama queda a mitad de camino.

Esto no es óbice para que la película tenga momentos realmente logrados como film de terror. Personalmente, la escena de la muerte del pandillero Patrick Hockstetter en las alcantarillas de la ciudad me sigue pareciendo la mejor set piece de la película. El prólogo, el de la muerte de Georgie, choca por su brutalidad y violencia, algo que después desaparece en el resto del metraje, como si toda la hemoglobina se hubiese gastado en esta primera secuencia.

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Y entre los puntos positivos encontramos a Bill Skarsgard, que tampoco lo tenía fácil a la hora de encarnar a Pennywise el Payaso, debido a las comparaciones que el público iba a realizar entre su caracterización y la ya cuasi mítica de Tim Curry en la anterior versión de 1990. Pero como sucedía en aquella, el personaje del diabólico payaso ideado por Stephen King es lo mejor de una película que pudo haber sido sin duda mucho mejor, pero que también es justo recocerlo, supera con creces a la producción de 1990 dirigida por Tommy Lee Wallace.