He visto cosas que vosotros los humanos no creeríais…
Roy (Rutger Hauer)
Tras haber estrenado Alien, el octavo pasajero en 1979, parecía que Ridley Scott se iba a convertir en uno de los mejores directores de la historia del cine. Tres años después nos llegaría Blade Runner y esas expectativas crecieron como la espuma. Estábamos ante un director visionario. Con el tiempo, Scott decidiría rodar películas como si fueran churros, quizá debido a que llegó al cine tarde (empezó a dirigir películas con casi 40 años) y sabemos que la marca de fábrica del director de Newcastle a día de hoy es la de, si no un director mediocre, sí un director que siempre promete bastante más de lo que al final ofrece.
Pero como he dicho en la introducción, en 1982 parecía que había llegado un nuevo mesías cuando se estrenó Blade Runner, que estaba basada en la novela de Phillip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
FUTURO DESOLADOR
Blade Runner se ambienta en lo que en 1983 era el futuro (casi nuestro presente actual), el año 2019. La ciudad: Los Angeles. Rick Deckard (Harrison Ford) es un Blade Runner retirado. Los Blade Runners son una sección de la policía que se dedican a dar caza a los Replicantes, unos cyborgs de aspecto humano creados mediante ingeniería genética que son utilizados para colonizar lugares del espacio exterior y los cuales han sido prohibidos en el planeta Tierra. Deckard será llamado para una misión de urgencia: cuatro Replicantes han llegado a la Tierra, después de haberse hecho con el control de la nave que los transportaba. Entre ellos, están su líder Roy (Rutger Hauer) y Pris (Daryl Hannah).
Blade Runner sigue siendo un logro brutal de Ridley Scott a la hora de mezclar fondo y forma. La forma es un acabado visual y técnico casi sin parangón en la historia del cine. Scott mezcla de manera magistral una trama y un estilo de film noir en un contexto de ciencia ficción. El desasosegante entorno casi siempre nocturno, húmedo, con esa lluvia artificial para pulir el aire que ya se lleva a cabo en la realidad en ciudades secas como Santiago de Chile, incide en el aire desolador y triste del que hace gala todo el film. El Los Angeles enfermo de capitalismo imaginado por Scott y diseñado por Syd Mead, bebe de ciudades y capitales del sudeste asiático, llena de neones, de animales que transitan por las calles, de contaminación, de humo y de puestos de comida rápida. Los efectos especiales de David Dryer impresionan por su tangibilidad tanto como aterrorizan por su antinaturalidad y su sensación claustrofóbica de estar en un lugar superpoblado; y el aire retro de la música de Vangelis nos transporta a ese ambiente de cine negro tan tendente al fatalismo en su versión más clásica.
El fondo es de un calado filosófico de una profundidad tremenda. Blade Runner aprovecha la obsesión de su autor por la alienación que conlleva el sistema capitalista (Rachael no sabe lo que es porque ha sido creada por la Tyrell Corporation de manera perfecta: todo por el comercio) para hablar de la deshumanización; los límites de lo humano; la decadencia social de las relaciones humanas que ya estamos experimentando en el presente (maravillosa la casa de J.F Sebastian, cuyos únicos amigos son muñecos creados por él mismo, que le hacen compañía).
Los ojos como metáfora en este film de la artificialidad, pero también de la sabiduría. Esos ojos creados en laboratorio pero que han visto cosas que el ser humano jamás creería. El ojo como órgano a través del cual los Replicantes se humanizan, viendo, experimentando, recordando, adquiriendo sentimientos…
El film de Scott es el trayecto de Rick Deckard como simple subordinado haciendo un trabajo que lo deshumaniza hacia su escape con Rachael, convertidos en su fuga en elementos antisistema. Los Replicantes no sólo han venido a la Tierra en busca de respuestas a sus preguntas, lo que une al film con los escritos de Nietzsche y del resto de las corrientes existencialista y vitalista, también han venido a encontrarse con su creador. El anticlímax final en los tejados de los edificios, con un licantrópico Rutger Hauer, añade un toque cuasi mitológico al film…
36 años después, Blade Runner sigue fascinando por su capacidad de mezclar espectáculo e intimismo. Por mezclar discurso y trama. 36 años después seguimos hablando largo y tendido de esta obra maestra.