EN LUCHA CONTRA LO MECÁNICO

El matrimonio formado por el director (y ocasional actor) John Cassavetes y su musa, la actriz Gena Rowlands, formaron también el binomio por excelencia del cine independiente americano de finales de los años 60 y de los 70, cada uno en su rol. Son posiblemente junto a Monte Hellman los personajes más aferrados a una manera de hacer cine que está cada vez más en desuso, no porque no se hagan películas independientes, si no porque la posibilidad de ver esos productos son cada vez menores, a pesar de que curiosamente vivamos en la época de Internet y en un mundo globalizado.

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A pesar de festivales como el de Sundance, supuestamente generados para apoyar este tipo de producciones, es difícil que lleguen a nuestras pantallas películas como Faces, rodadas con 275.000 $ de presupuesto (parámetros bajos incluso para la época) y en 16 mm. (aunque hinchado a 35 mm. una vez acabada para su posterior proyección). Y aún menos probable es que en un mundo tan materialista y lleno de intereses económicos como el de hoy día, este tipo de productos sean reconocidos por la Academia de cine. No olvidemos al respecto que a pesar de lo «puro» de su independencia a la hora de ser filmada, Faces fue nominada a 3 premios Oscar, y de los importantes: actor secundario, actriz secundaria y guión.
SPOILER: Faces es una brutal mirada a la América de finales de los 60. Una América violenta, involucrada en la guerra de Vietnam, una América esquizofrénica y con sus valores a punto de desmoronarse. Los personajes de Faces se mueven por ambientes nocturnos, por clubes y bares de mala muerte, como los halcones de Edward Hopper, arrastrando una vida sexual frustrada y unas relaciones de pareja en las que la incomunicación entre todos sus miembros es la bandera; hombres en busca de alimentar deseos fuera de casa y mujeres que buscan liberarse en el plano sexual.
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John Cassavetes acompaña semejante punto de partida en un tono semidocumetal, en blanco y negro, con movimientos de cámara continuos, con muchos primeros planos de rostros histriónicos y con constantes cambios de humor, con ese aire de cinema-verité que quiere ser testigo del momento, quiere dejar su sello de hombre que vivió un momento concreto a la posteridad, no quiere que nada se escape al ojo de su cámara, no importa que en determinados momentos algunos personajes se queden fuera de plano. Lo importante es que siempre hay alguien llenando el encuadre, siempre hay algún rostro que nos hace sentir la dureza de ese día a día en aquella época.
Esta necesidad de Cassavetes de mostrar sin analizar, de enseñar sin juzgar, de hacernos mirar las acciones de los personajes sin saber sus motivos a través de una cámara, esa dualidad cine-realidad, nos viene mostrado desde el primer momento cuando los personajes acuden a la proyección de un anuncio comercial rodado para la compañía de Richard Forst y la imagen se funde al título del film.
Cassavetes se erige así en una especie de cineasta de la realidad del momento, un autor adherido como una lapa a una manera de hacer y de sentir el cine, entendido éste como un instrumento sobre la incomunicación a través de la comunicación. Un cineasta que nos envolvía en el histrionismo de sus personajes, en la esquizofrenia que sufrían pero que a la vez, nos transportaba también a sus confesiones más íntimas, golpeándonos con sus tristezas, con sus miserias y sus frustraciones.
Un film rodado de manera poco académica, precisamente buscando romper ese estatismo y mecanicidad de la que habla el personaje de Seymour Cassel muy cerca del final de la película.
Faces, de John Cassavetes. Foto 1.jpg