Pocos meses después de finalizar el rodaje de Abyss, James Cameron declaraba en una entrevista durante un Festival de Cine en la que proyectaban su película submarina sobre extraterrestres que soñaba con realizar una película mucho más intimista, sin tantos efectos especiales y tanta tecnología. Estaba trabajando en un drama de personajes que sería según él, el próximo paso en su carrera profesional. Tres años después, nos llegaría a las pantallas su siguiente largometraje: Terminator 2. Quien megalómano nace, megalómano muere.
Pocas personas podían lanzarse al reto de dirigir y escribir una megalomanía como era Titanic.Y quién si no, James Cameron era el titán que podía hacerlo, tan insumergible como el barco del cual quería narrar su historia.
Unos inolvidables Leonardo DiCaprio como Jack Dawson y la británica Kate Winslet como Rose Dewitt Bukater serían los románticos protagonistas de la cinta. Billy Zane sería el antagonista multimillonario Cal Hockley. La ex-esposa de Clint Eastwood, Frances Fisher haría el papel de Ruth, la madre de Rose. Y un importante elenco de secundarios, entre los que caben citar a Kathy Bates, Bill Paxton, Gloria Stewart, David Warner o Victor Garber completarían un elenco auténticamente de lujo. Con el equipo artístico cerrado, llegaría lo más difícil: un rodaje que dejaría a todos los implicados exhaustos.

EL BUQUE DE LOS SUEÑOS
Hablando con mi compañera sobre Titanic, ésta me planteó una hipótesis que nunca se me había pasado por la cabeza. Según ella, Rose ya anciana muere al final del film. Yo siempre había pensado (y sigo pensando) que Rose duerme y vuelve en sueños como cada noche al transatlántico insumergible para reunirse con Jack.
Mi compañera me ha insistido siempre que el plano final de las fotos de Rose de joven para finalizar con ella, fundido en semi-negro y secuencia fantástica de la protagonista volviendo al Titanic es un recorrido por una vida que se acaba y que finaliza con los dos amantes viviendo en el más allá la historia de amor que no pudieron vivir en vida. Yo sin embargo, refuto esta hipótesis por varias razones.
La primera es que Titanic no es una película fantástica y por lo tanto, un plano final de ultratumba rompería todo el tono del film.
La segunda y, más importante, es que Titanic habla de los sueños. La película de hecho, finaliza mientras suena la afamada y oscarizada canción de Celine Dion My heart will go on, que como bien se sabe comienza con la frase: “Every night in my dreams, I feel you, I see you…” (Todas las noches en mis sueños, te siento, te veo…). Rose vuelve en sueños a juntarse con Jack.
Y además de todo ello, en la famosa secuencia previa a la cena en la que los dos enamorados pasean por la cubierta, Rose cita cosas que le gustaría hacer, como escupir como un hombre, mascar tabaco como un hombre, montar a caballo a horcajadas etc. “aunque sólo sea por soñar despiertos”. Esas fotos del final muestran que Rose ha conseguido realizar todos esos sueños y muchos más, como montar en avioneta etc. Eso muestra que el corazón de Rose ha seguido adelante (heart will go on), como le prometió a Jack.
Toda la película de James Cameron tiene un aura onírica que la emparenta con los sueños, como el cuadro de Monet que Jack califica como “entrar en un sueño”. El punto álgido de este tono es la escena más famosa del film: Jack y Rose en la proa del barco, imaginándose volar con ese atardecer completamente irreal, mágico… La proa que representa los sueños de Rose, las ilusiones de una nueva posible vida con Jack, el escape de esa vida hipócrita, de poses, de buenas maneras… La popa, desde la que Rose ha intentado lanzarse para quitarse la vida, es lo contrario: la oscuridad, esa vida impuesta, carente de emociones y objetivos; la vida como futura señora Hockley.
El transatlántico funciona como una microsociedad, con sus clases sociales, con la implementación de unos lujos para unos y de la pobreza para otros, y que sirve como una metáfora humana para contar una historia de amor, que queda reducida a una ilusión muy breve porque el barco no llegará nunca a su destino. El Titanic era llamado “el buque de los sueños” y esos sueños se hundirán en el Atlántico.
20 años después de su estreno, hay que reconocer que Titanic fue en su momento un auténtico fenómeno de masas, que arrastró a millones de personas a los cines, incluso más de una vez. Eso no lo quita nadie. Es historia. Pero, ¿es Titanic una obra maestra? A mí personalmente me parece que el punto fuerte de la película es el acabado técnico. Un acabado técnico a todos los niveles extraordinario: efectos especiales, dirección de arte, sonido etc… que hacen de cada visionado de Titanic un goze para los sentidos.
Lo que ocurre es que quizá en la parte artística no sea tan conseguida. La separación de los personajes entre muy buenos y muy malos (muy común, por cierto, en el cine de James Cameron) es mucha veces increíble literalmente, y por momentos roza lo ridículo: por ejemplo, cuando Cal Hockley empieza a disparar a Jack y Rose es un momento tremendamente caricaturesco; la diferencia entre la madre de Rose (que parece una bruja en algunos instantes) o la simpatía de la nueva burguesa Molly Brown hace que los personajes sean en muchos momentos de una sola capa. Cameron les resta la complejidad de la condición humana y eso juega en contra de los méritos artísticos del film. Titanic al final yo creo que es un cuento de hadas, una fábula, pero mucho más pendiente de los tecnicismos que de los personajes.
Titanic no es la mejor película de James Cameron, quien esto escribe cree que Terminator es infinitamente mucho más sugestiva en sus planteamientos; y ni siquiera me parece la mejor película de su año (ahí creo que L.A Confidential barre no sólo al film de Cameron si no a casi cualquier film que se le ponga por delante). Lo que sí creo es que Titanic es una superproducción que se disfruta, cuyas tres horas pasan volando y que nos hace añorar esas grandes superproducciones que ofrecían entretenimiento del bueno y un espectáculo tremendamente trabajado.