Corría el 13 de Julio de 2007. Bilbao. Joaquín Caparrós es presentado como nuevo entrenador del Athletic. Llega en un momento terriblemente complicado a Bilbao. El Athletic estaba pasando el peor momento de su historia. Los dos años anteriores el equipo rojiblanco había estado peleando por eludir el descenso de categoría, lo que hubiese supuesto jugar en segunda división por primera vez en su historia. La presidencia de Fernando Lamikiz, cuyos sueños de grandeza casi habían mandado al equipo al infierno, había hecho mucho daño a la institución y crispado a la masa social.

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En las elecciones anticipadas de ese verano, dos de los tres candidatos, el continuista Juan Carlos Erkoreka y el abogado Fernando García Macua contaban con Caparrós en su plancha como entrenador del equipo en caso de victoria. Como resultaba más o menos claro que uno de los dos iba a ser el ganador mirando a las encuestas, el de Utrera se convertiría en el nuevo entrenador del equipo del Botxo. Ambos proyectos contaban con el que iba a ser conocido como Jokin para encabezar su proyecto deportivo, centrado en la reconstrucción del equipo. «Supongo que el haber tenido tanto éxito apoyándome en la cantera supone un aspecto diferenciador» , comenta Joaquín Caparrós sobre el asunto. Es por ese aspecto que dos de los candidatos veían en el entrenador andaluz al candidato perfecto para llevar adelante el proceso que hacía falta en ese momento en Bilbao.

Joaquín venía de abajo, del fútbol más humilde. Es un currante de este negocio. Como jugador, había formado parte del Real Madrid juvenil y más tarde del Leganés. Allí nació su hijo Adrián, artista. Con su familia es, precisamente, con la que aprovecha para pasar tiempo ahora que no está entrenando. «Me gusta pasar tiempo con los míos».

Tras no tener mucho éxito como jugador pero sí una gran vocación por el fútbol, comienza su carrera de entrenador muy joven en el San José Obrero, para pasar después por equipos humildes como el Campillo, el Motilla del Palancar o el Gimnástico de Alcázar, entre otros. Pocos preveían entonces que aquel culo inquieto pudiera convertirse en uno de los entrenadores con más partidos en Primera división, con casi 500 entorchados a sus espaldas. Pero Caparrós seguía trabajando apasionadamente por lo que le gustaba hacer. Incluso recorriéndose diariamente una cantidad exorbitante de carreteras: «Cuando cuento que hubo una etapa de mi vida en la que hacía 700 kilómetros diarios para entrenar a un club, la gente me mira como a un loco. Y esa es mi realidad. He ido creciendo como técnico a base de esfuerzo y entrega por este deporte». 

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Y le llegó la llamada del decano del fútbol español. El Recreativo fue el que le dio  la oportunidad de llamar la atención. Ascendió con el equipo de Huelva hasta la segunda división. De ahí, a Villarreal, que venía de descender a Segunda tras la primera temporada de su historia en Primera, en las que las cosas no salieron como él esperaba. Pero el destino estaba llamando a su puerta. El equipo de su tierra, el Sevilla, estaba atravesando la peor crisis de su historia. La palabra desaparición era una realidad más que posible. Y con Monchi en la dirección deportiva, comenzó un trabajo que sigue dando sus frutos hasta el día de hoy. Joaquín fue contratado como entrenador del histórico club andaluz. Y con un presupuesto casi cero para fichar, tiró de cantera y se rodeó de jugadores experimentados, rocosos y con mucha ilusión como Pep Martí, Moisés García León, Notario o David Castedo, a los que se unirían Pablo Alfaro o Javi Navarro. Todo un bloque que en su primer año consiguió el ascenso a Primera para nunca más descender. «Llego en un momento complicado en lo económico para el club. Fue una etapa maravillosa, en el que el grupo humano se convirtió en la clave del éxito.» El colectivo unido conseguía lo que parecía impensable meses atrás. Ya en su primera temporada en Primera, el equipo continúa el milagro, y acaba apenas a unos puntos escasos de Europa. «Todo el equipo unido, una ciudad entregada al 120% e intensidad máxima en cada partido», las claves para Caparrós del milagro sevillista.

           Con Caparrós al mando, saldrían jugadores importantes de la cantera de Nervión: los campeones del mundo Sergio Ramos y Jesús Navas o Diego Capel. Pero un jugador especial que debutó bajo su mando y del que Joaquín guarda especial predilección es su paisano José Antonio Reyes: «En alguna ocasión he comentado que lo que le he visto hacer a Reyes sólo se lo he visto hacer a Messi».  Así de contundente se muestra cuando habla de su ex-pupilo, aunque matiza: «Con el resto de ellos sigo teniendo una fantástica relación».  Pero todo lo que empieza tiene un final. Caparrós decide abandonar el Sevilla en el verano de 2005. Había puesto los cimientos de los que se aprovecharía Juande Ramos para hacer al Sevilla doble campeón de UEFA y campeón de Copa. También vendrían a las vitrinas del Nervión la Supercopa de Europa y la de España. ¿Qué cuota del éxito pertenece a Caparrós? Seguramente grande, aunque él dice: «No soy yo el que tiene que valorar ese tipo de cuestiones. Hacía mi trabajo y disfrutaba de entrenar a una plantilla tan entregada y en constante crecimiento, nada más». ¿Arrepentido de haber dejado el proyecto sevillista y no haber disfrutado más de los éxitos posteriores? «En absoluto. Siempre he estado satisfecho con la decisión que tomé en su día, al igual que me alegré de todos los éxitos que llegaron posteriormente para el club».

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Caparrós se había comprometido con el Deportivo de la Coruña. Un equipo en transición. Acostumbrado a jugar Champions y verse involucrado en fichajes rimbombantes, la entidad blanquiazul necesitaba readaptarse a su nueva realidad económica y deportiva: «También fue una gran etapa. Hubo que reconstruir un equipo acostumbrado a grandes gestas y amplio presupuesto y creo que lo logramos. Llegamos a disputar una final europea en esos años». La final europea a la que se refiere Joaquín es la final de la Copa Intertoto, en la que tras vencer 2-0 en Riazor al Olympique de Marsella, el equipo deportivista sufrió un duro varapalo tras caer 5-1 en el partido de vuelta con un estelar Franck Ribery liderando a los marselleses. 4 goles encajados en los últimos 25 minutos de partido hicieron imposible el triunfo y la clasificación para la UEFA. Luego, vendría la eliminatoria de Copa del Rey, en la que el Deportivo perdió contra el Sevilla, provocando que parte de la afición criticara a Caparrós el hecho de haber tirado la eliminatoria. «Tengo una peña con mi nombre en Santa Comba, así que creo que eso responde a la pregunta de si sentí el cariño de la afición del Dépor». 

Sin embargo, algo se perdió, porque Caparrós decidió que necesitaba nuevos retos. Y ahí llegó el Athletic. Duro momento, como los que viven todos los equipos a los que llega Caparrós. Un entrenador que garantiza resultados y reconstrucción con la gente de casa. Joaquín supo desde el inicio que llegaba a un lugar especial: «Siempre he dicho que el Athletic es un club especial. La forma de entender nuestro deporte es radicalmente diferente a la de otros lugares de la geografía española. Esa idiosincrasia me permitió integrarme muy rápido y empaparme de la filosofía de la ciudad». Con la ilusión por las nubes, pero sabiendo que el trabajo que había por delante era arduo. El equipo venía de sufrir dos años de manera agónica y había que empezar a plantar las semillas que darían años más tarde los frutos. La directiva puso dinero a disposición; la secretaría técnica trajo de vuelta a gente como Asier del Horno, Gorka Iraizoz, Aitor Ocio o David Cuéllar, sumados a fichajes como David López; y Caparrós y su equipo de ayudantes con Luci Martín a la cabeza comenzaron un scouting por toda Bizkaia y Euskadi que acabó con jugadores como Koikili o Toquero en el primer equipo rojiblanco. Todo un descubrimiento: «Obviamente mi manera de entender el fútbol viene marcada por haber empezado en clubes modestos y pasar por todas las categorías», comenta Joaquín, enseñando que en 2ªB se pueden encontrar auténticas perlas que pueden ser muy válidas para la Primera división.

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Tras no sufir en exceso ese primer año para salvar la categoría, llegó la bomba en el segundo: final de Copa, tras un recordado partido de semifinales contra el Sevilla, en el que el equipo pasó por encima de un rival temible con el apoyo de una ciudad entregada. «Sin duda uno de los momentos más impactantes de mi carrera. Inenarrable lo que pudimos sentir cuerpo técnico y jugadores antes y durante el partido(…) Creo que la mejor anécdota que puedo compartir es la de ver a través de una ventana riadas de aficionados y tener los vellos de punta como pocas veces».

Sin embargo, no pudo ser. El Athletic se encontraría en la final con el Barcelona de Pep Guardiola. Mucho rival, que ganaría el primero de los 14 títulos  que coleccionaría en los 4 años en los que el conjunto blaugrana sería entrenado por el de Santpedor. «Uno de los mejores equipos de la historia del fútbol», como dice Caparrós. A pesar de ello, el Athletic consiguió adelantarse en el marcador y prolongar la ilusión de todo un pueblo: «Sí, con el gol de Toquero. Pero por muy  tópico que suene, sabíamos que hasta el minuto 90…»

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Caparrós permanecería dos años más en Bilbao. El equipo jugaría la UEFA, haría debutar a canteranos importantes como Aurtenetxe o Muniain y se clasificaría para la competición europea con él en su último partido en San Mamés, disputado contra el Málaga y que finalizó con 1-1. Un partido agridulce, porque a pesar de sellar el 6º puesto en Liga, se escuharon pitos de parte de una afición que demandaba un cambio en el estilo de juego: «El fútbol carece de memoria. Resultados y juego son las claves, sobre todo el primero. Sinceramente prefiero el descontento de una parte de la afición por el juego que la tristeza de la mayoría por los resultados», dice Caparrós. Ese verano, el Athletic viviría elecciones a la presidencia. Macua apostó por la continuidad de un proyecto floreciente con Caparrós. Pero el rival en las urnas era también temible. El ex jugador Josu Urrutia se presentaba con Marcelo Bielsa como entrenador. Resultado: Macua pierde y Caparrós deja de ser entrenador del club bilbaíno: «Me dio mucha pena abandonar Bilbao, porque no fue una decisión personal y allí me encontraba fantásticamente (…) Sigo visitando la ciudad con relativa frecuencia, porque he dejado muchos amigos allí». Y lanza un mensaje de optimismo a pesar de la derrota en Chipre: «El Athletic acabará peleando por Europa y esperemos verle allí».

Tras dejar Bilbao, Caparrós no ha conseguido enlazar un proyecto de largo alcance. Ha pasado por Suiza, donde estuvo en las filas del Neuchatel y donde vivió uno de los episodios más abominables y esperpénticos de su carrera, cuando el dirigente del Neuchatel, Bulat Chagaev, bajó al vestuario arma en mano para amenazar a jugadores y cuerpo técnico: «Sinceramente, me quedo con todo lo bueno de la etapa en Suiza. Conocer un país y fútbol diferentes, otro tipo de afición, infraestructuras…» 

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Después vendrían Mallorca, Levante y Granada. Menos tiempo del esperado en todos ellos. Y este año estuvo dos meses entrenando a un Osasuna, cuyo reto de mantenerlo en Primera se veía complicado desde el principio: «Aunque cuentan con una desventaja importante claro que tienen opciones de salvarse, hay Liga por delante y muchos puntos en juego. A pesar de quedarme fastidiado por no haber podido sacar al equipo adelante, me quedo con la satisfacción de haber pertenecido a un gran club, con un ADN diferente y el haber sido tratado fenomenal por la afición y por la ciudad en general.»

¿Volveremos a verle pronto a Joaquín por los banquillos? Esperemos que sí. Él no se pone fecha de jubilación: «Es algo en lo que no he pensado. A día de hoy, me siento con fuerzas e ilusión para seguir entrenando. Hasta que eso cambie, seguiré en los banquillos». 

Sector de la clase obrera. Un currante de los banquillos, un tío valiente, amable como pocos. Y un tío que sabe de fútbol como pocos en el territorio español. Un apasionado del fútbol, al que esperamos ver de nuevo en los banquillos en poco tiempo. Mucha suerte, Jokin. Crack.