Alexander Chapman Ferguson.
Me decía hace poco un antiguo amigo de la universidad que no veía claras las analogías entre fútbol y política. La realidad es que al intentar unificar ambas materias, las reacciones suelen ser viscerales: los hay quienes dicen que ambas van unidas y que cada equipo en liza es una representación deportiva de una facción ideológica (yo me considero de este grupo; no sólo considero que el fútbol sea política, si no que considero que absolutamente todo en esta vida está relacionado con lo que entendemos como política) y los hay quienes dicen que jamás hay que mezclar fútbol y política. Se esté o no se esté de acuerdo con lo anteriormente dicho, lo cierto es que si George Orwell consiguió en una novela crear una analogía política de un Estado con cerdos y demás animales en una granja, creo que se pueden crear analogías políticas de cualquier tipo. Hoy me planteo comparar al Manchester United de la era Ferguson con un Estado de ideología socialista.

Corría noviembre de 1986 cuando Sir Alex Ferguson llegaba a Manchester para hacerse cargo del United. Junto a él llegaba su ayudante Archibald Knox, los cuales pocos años atrás habían conseguido hacer campeón de la Recopa de Europa al Aberdeen. En aquel momento el Manchester United era un equipo histórico, pero alejado de la realeza europea e, incluso, de la inglesa, ya que deambulaba por la zona media-baja de la tabla habitualmente, con alguna FA Cup conseguida en las décadas anteriores como mayores proezas. El club de Manchester vivía presa de la nostalgia de la década de los 50 y los 60, donde había encontrado dos generaciones que lo habían bañado en gloria: la de Duncan Edwards primero (que acabó trágicamente en el aeropuerto de Munich) y la de la Santísima Trinidad después con Bobby Charlton, George Best y Dennis Law; este equipo lograría la primera Copa de Europa para la entidad en 1968. Desde entonces, el United vagaba sin rumbo fijo, incluso descendió a la segunda división en 1974 tras un doloroso gol del propio Dennis Law. Distintos mánagers intentaban reencontrar el camino de la victoria sin éxito: Frank O´Farrell, Tommy Docherty, Dave Sexton o Ron Atkinson fueron elegidos para el cargo y fracasaron en el intento.
Precisamente, tras un mal inicio bajo el mando de este último en 1986, en el que el Manchester United ocupaba puestos de descenso, la entidad tomó una decisión que cambiaría el rumbo de su historia: el escocés Alex Ferguson fue nombrado para el cargo, tras unos exitosos años en Escocia, a cargo del St. Mirren primero y del Aberdeen después. Comenzaba la revolución roja. Con Bobby Charlton como principal valedor, Alex Ferguson supo desde el principio que el camino sería arduo y largo, y su filosofía estaba basada como muy bien cita en su autobiografía en que “estábamos creando un club y no un equipo”, o lo que viene a ser lo mismo, estaban creando un proyecto a largo plazo, rechazando cualquier proyecto cortoplacista: estaba instaurando una forma de filosofía vital y de juego que perdurase, siendo los jugadores los que se adaptasen a la institución y no a la inversa, como ocurre en muchos clubes, donde se ficha el nombre y todo en el club gira en torno a ese jugador. En el United la “ideología” de juego lo sería todo. Generaciones de jugadores distintos pasarían, mismo estilo de juego perduraría. Esta es la primera similitud con un Estado socialista: un Estado socialista vive del “ideal” que ofrece a su pueblo y de la longitud en el tiempo de la asunción de ese ideal por las distintas generaciones que lo componen.
Durante los primeros cuatro años en el cargo Alex Ferguson fue plantando las primeras semillas del éxito con paciencia, sabiendo que no se lograría todo de la noche a la mañana. Haría falta engranar todas las piezas buscando saltos de calidad paulatinos. Así, cuando la paciencia de la junta directiva llegaba a su final y estaba prácticamente despedido, el United venció la FA Cup en 1990, ante el Crystal Palace. Esto le dio la posibilidad al United de jugar al año siguiente la Recopa de Europa, que ganaría al Barcelona. Poco después se haría con la Supercopa de Europa, donde vencerían al campeón de Europa, el Estrella Roja de Belgrado. Estos fueron sus primeros títulos con el club. El ansiado salto de calidad estaba dado. Comenzaba la era de aspirar a algo más.

En noviembre de 1992, el delantero Dion Dublin se lesionaba de gravedad, y el United estaba obligado a cubrir esa baja. Sondeando el mercado inglés, Alex Ferguson tomaría una decisión que le ayudaría a comenzar la escalada hacia metas más altas: el fichaje de Eric Cantona. Como en su día hizo Ronaldinho con su llegada a Barcelona, contagiando con su alegría por jugar a un equipo en depresión, Eric Cantona prolongó el carácter impetuoso, rebelde y ganador de Alex Ferguson en el campo. Fue una de las parejas más perfectas que se recuerdan en el fútbol inglés. Uno imponía una ideología de juego, el otro lideraba al escuadrón que la ponía en práctica. El carácter de Cantona trajo las dos primeras ligas desde 1967, la primera con aquella famosa celebración de Ferguson y su ayudante a pie de campo tras el gol de Steve Bruce en el último minuto. Luego vendrían la generación del 92, que marcaría a fuego la historia de la entidad: los Beckham, Giggs, Scholes, Nicky Butt y los hermanos Neville, que conseguirían el triplete por primera vez en la historia para un equipo inglés en 1999, con aquella recordada final en Barcelona ante el Bayern Munich.

Se iban dejando ver los rasgos estilísticos de la ideología de juego de Ferguson: poco mediocampismo, juego por las bandas, verticalidad furiosa y siempre buscando más goles. Ese sería el esquema de juego que, con el tiempo, perduraría en el club bajo su mandato. Cambiarían los nombres pero nada más. Nadie era más importante en el club que la manera de jugar impuesta por el líder: esa es la segunda característica que le une con un régimen socialista. Un líder carismático, capaz de convencer a toda una masa de que sus métodos son los adecuados para triunfar, y en el que los individuos están sometidos al éxito del colectivo.

Nadie mandó más que Ferguson en el United. Lo que importaba era el equipo. Diversos presidentes llegaron. La familia Glazer se hizo con el control de la entidad. Ferguson seguía siendo amo y señor al mando de la nave. No se aceptaban faltas de disciplina individuales. El futbolista era exigido para vivir para el fútbol. No se aceptaban caprichos, viniesen de quien viniesen. Beckham, que está más pendiente de los peinados que del fútbol,fuera. Roy Keane, que se atreve a criticar a sus compañeros en la televisión del club, fuera.Van Nistelrooy, que quiere una ficha más alta o amenaza con no presentarse al entrenamiento, fuera. Tévez, descontento con su suplencia,fuera. Nadie era más importante que el equipo, que la ideología. Y otros vinieron y se siguió ganando. Cristiano Ronaldo fue vendido en 2009 al Real Madrid por 90 millones de euros. Era el alma del equipo. Dos años después de esa venta, y con 20 millones de euros gastados en su sucesor (el ecuatoriano Antonio Valencia), el United jugaba la final de la Champions League contra el Barcelona. No importan los nombres, si no el colectivo. La idea está marcada, y los futbolistas son elementos numéricos que forman un todo para llevarla a cabo.

Evidentemente que el elemento que más une al United de Ferguson con un Estado socialista es el culto al líder y la longevidad de este al mando de la institución (país). Si en Cuba Fidel gobierna desde el 59 y se jubiló cuando quiso; si en China Mao gobernó hasta morir; si en Corea del Norte la familia Kim gobiernan hasta su defunción, así Ferguson dirigió al United hasta que quiso. Todos los aficionados del United (su pueblo) le reverenciaban; ahora tiene su propia estatua en la entrada a Old Trafford. Es evidente que después de una dictadura semejante, la transición una vez finalizado su mandato, sería dura para una entidad (un país) que se había acostumbrado no sólo a ganar, si no a saber lo que iban a ver cada domingo (a un estilo de vida).

Con Ferguson, el United se convirtió en el primer equipo de fútbol en salir a Bolsa. Capitalismo puro. Aunque un Estado Socialista es en sí mismo, capitalista. Sólo que a diferencia del Estado liberal-democrático, hace un uso diverso del capital. Socialismo no es anticapitalismo. Socialismo es antiliberalismo. El United se convirtió, simplemente, en una empresa, en la que él era el mánager absoluto. Él manejaba los recursos humanos que proveían de recursos capitales a la entidad. Hoy en día, de hecho, Ferguson se dedica a dar charlas sobre management y gestión de empresas.
Otro de los elementos que asemejan al United de Ferguson con un Estado socialista es la guardia pretoriana de la que se rodea el dictador. Si Fidel se rodeaba del Che Guevara, de Camilo Cienfuegos y de su hermano Raúl; si Ho Chi Min tenía a Le Duc Tho y a Ton Duc Thang, Ferguson tenía a Paul Scholes, Ryan Giggs y Gary Neville. Ellos eran los encargados en el verde, de ir introduciendo a los recién llegados en la ideología Fergusoniana. Estos eran su prolongación, sus escuderos. De ellos, sólo Giggs vivió durante pocos meses bajo las órdenes de otro dirigente. Todos ellos sólo conocieron un gobernante.
Fuera del campo, en su atención a los medios públicos, era un enamorado de las guerras psicológicas. Muchos rivales intentaron derrotarle. Y aunque lo consiguieron en pequeñas batallas, las guerras siempre se teñían del color rojo del United: Wenger, Mourinho, Benítez o el City de Mancini nunca pudieron con el comandante del fútbol. En las ruedas de prensa jugaba con el rival, ponía nervioso a los contrincantes con ese hablar socarrón e irónico. Sus ataques a rivales, árbitros y entrenadores iban en paralelo con su defensa a ultranza de quien consideraba sus aliados, como colegas de profesión que eran despedidos sin motivo. Recordadas son también sus discusiones a pie de campo con el cuarto árbitro, rojo de la ira, intentando defender a ultranza lo que él consideraba justo o injusto.

Si a todo esto le sumamos que el Manchester United viste de rojo, no cabe duda de que Alex Ferguson (de por sí socialista, y antiguo dirigente del sindicato de obreros en los astilleros de Glasgow) debería ser reconocido como el Comandante del Fútbol.
36 títulos dejó en las vitrinas de Old Trafford Sir Alex Ferguson en 26 años. Hoy en día el Manchester United sigue buscando una ideología que perdure durante años. No es fácil. La competitividad actual en el fútbol obligan a proyectos cortoplacistas y al aficionado del United acostumbrado al régimen fergusoniano le costará encontrar otro líder al que seguir.
