A la vuelta de las vacaciones, en septiembre de 2016 me vi abocado a buscar trabajo, cosa que detesto. No me costó mucho. En apenas 4 días tuve dos opciones, siempre como Corporate Hospitality Assistant. Elegí la que mejor pagaban. Nótese que ni siquiera tuve las ganas de buscar algo que mejorase la posición de team leader que había dejado. No tenía ninguna ambición en el mundo de la hostelería. Cuantas menos responsabilidades, mejor. Cuanto antes saliese de allí, mejor.

Como firmé un contrato en la que iba incluida una cláusula de confidencialidad, me referiré a ese lugar y a las personas sin dar nombres.

ALABAMA, CAMPOS DE ALGODÓN. SIGLO XIX

Una de las cláusulas que me hizo dudar a la hora de aceptar el nuevo trabajo eran las horas extra. Por ley no te pueden obligar, pero ya sabemos que quien hace la ley hace la trampa. Lo que hacen para obligarte es introducir una última página en el contrato en el que voluntariamente das tu OK para trabajar como lo hacían los esclavos negros en Alabama antes de la Guerra Civil Americana. Y si no firmabas, bueno, pues no pasa nada, chico, gracias, que hay otros 50.000 esperando fuera. Y como tienes que vivir o morir, pues a firmar. Así funciona este sistema. Y después de haber sufrido durante dos años jornadas de hasta 15 horas de trabajo y tener que volver al día siguiente a las 7 de la mañana al curro, no me queda más remedio que llamar al que apoya esto «tonto del culo y gilipollas».

Lo que intentan hacer en estas compañías es darte pequeñas palmadas en la espalda después de rompértela. En nuestro caso, implementaron un premio a empleado del mes, en el que el ganador se llevaba 100 libras de bonus. Como era un premio rotatorio sin importar meritocracias, mi reacción fue simple: hablé con mi superiora y le dije que pasase el mensaje a quien correspondiese de que no me nominasen jamás a ganador o rechazaría el premio. 100 libras es muy poco para comprar dignidades y hacerles el juego a los explotadores.

Como ya venía aprendido de Euston, y no quería estar demasiado tiempo en la hostelería, lo primero que hice en mi nuevo trabajo fue tentar a  mis colegas. Lo que saqué en claro era que alguno era recién llegado, estaba feliz y con ansias de crecer en la compañía y el resto eran sujetos inactivos políticamente. Con estos mimbres era difícil organizar una resistencia común ante los abusos, y no sólo eso. Resulta que la mayoría de ellos tenían buena relación con el amo que maltrata al perro. Así que levanté el muro de Berlín a mi alrededor y no quise saber nada de nadie a no ser que fuera estrictamente profesional.

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Precisamente, en este trabajo conocí a uno de los mayores enemigos irreconciliables que la vida puso en mi camino.

¿PODER PARA LAS MUJERES? EL PODER SE DESTRUYE

Resulta que ese enemigo ha sido ni más ni menos que mi superior directo, una mujer. Un personaje con graves trastornos internos que utilizaba su posición para cometer abusos de poder directos. Es por todo ello que creo que la lucha feminista será una lucha de clase o no será. Si conseguir igualdad significa que las mujeres también puedan gobernar sobre el resto, mal vamos. Experiencia propia. Mis tres superiores en este trabajo han sido mujeres. Pero han estado más cerca de la definición de «excremento humano» que de la de mujeres.

Cuando ese sujeto tan querido para mi vida decidió abandonar el trabajo después de muchos años de servicio casi paramilitar para la compañía, se despidió reuniéndome y soltándome que «no eres profesional y tienes mucho que mejorar en casi todo». Todo fue debido a que con mi equipo no había comulgado, pero sí lo hice con las dos últimas personas que llegaron para trabajar. Aquel ataque de celos final, lejos de herirme, me hizo sentirme orgulloso, porque me demostró que su tentativo de echarme abajo y tener alguna influencia sobre mi forma de ser, no funcionaron. Nadie me puede decir que no soy un profesional. Siempre llegué puntual y siempre hice lo requerido y al gusto del cliente. Pero no se puede despedir como una señora quien no lo es…

BENDITO BLOG

Si aguanté tanto en mi trabajo fue gracias a todo el cariño de Emanuela y también gracias al blog, que abrí en 2016 y que me sirvió como una isla para ahogar penas. Gracias al blog, recibí dos llamadas inesperadas desde Argentina. Una de Marcelo Bielsa, agradeciéndome personalmente un artículo homenaje que escribí sobre él. Poco después nos citaríamos en Lille, donde él entrenaba, para conocernos en persona. Acabamos cenando con el entrañable entrenador de Rosario en una pizzería del casco antiguo de Lille.

La segunda llamada (o en este caso, mensaje) fue de Paz Varales, en nombre de la página Cinéfilos para colaborar en la web que estaban creando sobre contenidos cinematográficos para América Latina y España (cinefilosoficial.com). La página tenía casi 3 millones de seguidores. ¿Cómo negarme? Últimamente no escribo mucho para la página, pero el buen Agus sabrá perdonarme después de haber leído todo por lo que he pasado últimamente.

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MILITANCIA POLÍTICA

En 2015 decidí afiliarme al sindicato socialista Unite the Union, el más importante de Reino Unido. Sólo una vez tuve un problema laboral (aún en Euston) y acudí a ellos. Pagaba mi cuota mensual (bastante bien pagada, por cierto) y me despacharon en cinco minutos porque el representante tenía una reunión con el lobby laborista en Westminster ese día.

Una hora después y echo una furia me di de baja y tras hablar con un compañero anarquista, me afilié en Solidarity Federation. De ideología anarco-sindicalista, defienden el apoyo mutuo y la lucha directa desde fuera de las instituciones. Allí he encontrado un refugio para defender mis intereses y durante mi estancia en aquel trabajo cuyo nombre no puedo citar, dí la alerta a mis compañeros de sindicato tres veces por si teníamos  que entrar en acción para defenderme. Al final no fueron necesarias las medidas de Defcon-4, pero hubiera sido divertido ver delante de un prestigioso conglomerado capitalista en pleno distrito financiero de Londres a un grupo de anarcos haciendo un piquete. ¿A que sí, compadres?

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ESTUDIA PARA SER ALGO EN LA VIDA, HIJO

Tratando de salir de la hostelería, decidí que tenía que estudiar algo en Inglaterra para poder abrir puertas y decidí estudiar contabilidad financiera. ¿Se imaginan un libertario trabajando con dinero? Ten a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca, dicen. Pero mi decisión no tuvo nada que ver con mis ideas. Porque hacía tiempo que lo que quería era un trabajo de 40 horas semanales, de lunes a viernes. Había estado años buscando mi destino, y ahora por fin sabía lo que quería. La contabilidad financiera vino porque era algo que conocía, había mucha demanda y  ofrecía precisamente esas condiciones. La paga siempre ha sido lo de menos. Obviamente, tampoco se trabaja gratis.

Tras sacarme el Nivel 1 y 2 en Contabilidad y Mantenimiento de Libros de Cuentas, ahora mismo me encuentro en el Nivel 3 de un total de 4.

UN 2018 FRUSTRANTE

2018 llegó. Un nuevo año que marcaba un inicio. Desde el día 1 de enero hasta el 31 de diciembre calculo que entregué en torno a 1,000 Curriculums en contabilidad, prensa y algún otro sector… Sólo una vez, el día 2 de julio, a mediación de una conocida, me llamaron de una empresa en Piccadilly para trabajar de contable. Tras una entrevista de 15 minutos, el señor que me la hizo se despidió con un «estoy impresionado. Estaremos en contacto». Me fui de allí con una sonrisa de satisfacción, casi cantando victoria. Pero los días pasaron y no hubo noticias. Y los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses.

A finales de agosto estaba tan agotado y tan frustrado que en mi trabajo pedí el cambio de contrato y me pasé de trabajador a tiempo completo a trabajador a cero horas, contrato bajo el cuál trabajas cuando quieres o cuando la compañía te necesita y cobras simplemente las horas trabajadas. Y así estuve hasta el nuevo año, 2019…

Y LLEGÓ 2019

El 1 de enero de 2019 regresamos de Italia, de las vacaciones de Navidad a medianoche. De nuevo resoplando por la entrada de un nuevo año y viéndome en una posición laboral inestable y deplorable. El día 2 Emanuela me dijo que había una vacante en su compañía de comunicación. El día 3 mandé Curriculum, y me citaron para una entrevista. Y el día 4 me la hicieron y me ofrecieron la posición. Sin tiempo para asimilar nada, lo único que resonó en mi cabeza fue: «Trabajo de oficina. 40 horas. Lunes a viernes. Monitorizando prensa para las grandes compañías cinematográficas. Ya está. Lo he conseguido». Y en esas andamos. Esperando que pasen los tres primeros meses de prueba y me hagan contrato indefinido para poder cantar victoria defnitiva.

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Esta es una historia sin final. Es simplemente una historia humana. Con sus momentos de felicidad y sus momentos de amargura. Con sus errores y sus aciertos. Con sus grandezas y bajezas. Es mi punto de vista sobre lo vivido en un lugar y un momento apasionantes. Son mis recuerdos contados en primera persona. Porque a fin de cuentas somos sujetos, cuya personalidad se forja a través de los recuerdos. Y si soy como soy, para lo bueno y para lo malo, es por lo que he vivido.

Gracias por leerme. Salud y anarquía.