No es de extrañar que en un pueblo con tanta leyenda como el celta, su druida más famoso sea uno de ficción que nunca existió: Panoramix. Creador de la poción mágica que dotaba a los guerreros galos de su pueblo de una fuerza sobrehumana en su guerra de resistencia ante Roma,Panoramix encontraría 2.000 años después a su descendiente predilecto entre las ruinas de otro asentamiento celta, Galicia.

El nombre de quien conocerían como El Brujo de Arteixo era Arsenio Iglesias Pardo. El 14 de mayo de 1994, Arsenio se sentó en la sala de prensa del Deportivo de la Coruña para dar una lección al mundo. Tenía mucho que decir y poco que contar porque así son los gallegos,que te dicen que quizás sí o que quizás no.

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Tras haber dejado su tierra muchos años atrás, con el dolor de “deixar a muller e aos catro fillos” para dirigirse al sur y al levante español, donde dejaría huella, Arsenio volvió a Galicia con todo un libro de pócimas, recetas y conjuros mágicos. En la escuela de brujería futbolística, había estudiado con los profesores Helenio Herrera, Alejandro Scopelli y Janos Kalmar, y como ocurre con los aventajados, el alumno superó a los maestros.

El Brujo de Arteixo y el destino se habían agarrado de la mano y el uno había empujado al otro para que Arsenio se convirtiese en profeta en su tierra. Contratando jugadores que les sobraban a los equipos grandes de España y haciendo un esfuerzo económico firmando samba y ladrillo brasileño en los nombres de Bebeto y Mauro Silva, el Depor se convirtió en Super en apenas un año.

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Y así, A Coruña entera se paralizó aquel 14 de mayo de 1994. El Depor de Arsenio debía conseguir el mismo resultado que el Barcelona para ser campeón de Liga. El equipo dirigido por Cruyff ganaba holgadamente al Sevilla, así que al Depor sólo le bastaba la victoria para cantar el alirón por primera vez en su historia, después de haber ido todo el año en cabeza.

Y ocurrió lo que sólo Arsenio había pensado que podía pasar. La desilusión. Porque ya no era la primera vez que le pasaba a él, o que le pasaba a las gentes. Era hijo de campesinos y se había criado en la dificultad. Pocas veces se había encontrado con el éxito. Era un hombre de la tierra y por lo tanto, con los pies en ella. Quizá pensaba en aquel ascenso frustrado ante el Rayo Vallecano en 1983.

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Quien esto escribe, a la izquierda, con unos amigos y Arsenio, en nuestro pueblo, Esteiro (A Coruña).

Y cuando el que reparte suerte decidió que ésta favoreciese al poderoso, la Historia nos dió a Arsenio y a su rueda de prensa. Aunque no podía responder más preguntas porque no sabía ni qué decir, el penalty fallado cuando ya no había tiempo ni para respirar nos legó el triunfo moral del perdedor en forma de filosofía postrera e inmarcesible.

La rueda del destino seguiría girando para el Depor, que meses después se tomaría la revancha y ganaría bajo el suspense meteorológico su primer título oficial y ante el mismo rival contra el que Djukic había fallado aquel maldito penalty. La brujería de Arsenio había traído finalmente el éxito material en forma de Copa.

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Pero lo que ganó el mundo aquel 14 de mayo de 1994, cuando hubo mucho que decir y poco que contar, no se puede medir en copas o títulos. A lo mejor nadie hubiera sido del Depor en la victoria más que los coruñeses, pero todos nos adherimos a él en la derrota, porque nos encontramos ante un equipo dirigido por un Brujo que supo perder porque la vida es así. Al Depor le faltó marcar un gol. Pero quizá fue mejor que no lo marcara. Porque nunca hubiéramos escuchado la más grande lección de cómo perder.

El Brujo de Arteixo no necesitó de una poción ganadora que dotase a su pueblo de una fuerza sobrehumana para convertirse en leyenda. Le bastó humildad para hacernos saber que a diferencia de Panoramix, él sí que existió de verdad.