M. Night Shyamalan es una de las figuras más apasionantes de la cinematografía actual. Descubierto a finales de los 90, cuando aterrorizó a medio mundo con El sexto sentido (The sixth sense, 1999), su carrera ha pasado de la cumbre del éxito a los batacazos más sonados, especialmente con esa flojísima película titulada The last airbender (2010), que quien esto escribe ha intentado verla dos veces y nunca ha podido llegar a su final. Entre medias nos ha legado obras maestras como El protegido (The unbreakable, 2000); películas harto interesantes como El bosque (The village, 2003); films menores e intrascendentes al servicio de la estrella de turno como After Earth (2013) y películas mejores de lo que se dijo en su momento y que bien merecen una revisión urgente por parte de los cinéfilos como Señales (Signs, 2002) y El incidente (The Happening, 2008). Especialmente en esta segunda década del siglo XXI parecía que Shyamalan había perdido el favor del público y de la crítica. Pero ha vuelto a vivir un nuevo resurgimiento de sus cenizas con el estreno de Split (título con el que me referiré a ella a partir de ahora), su último film hasta la fecha, que ha sido acogida calurosamente tanto por las plateas como por los especialistas. ¿Es una película que pasará a la posteridad esta Split?
Split es el derrumbe emocional de Kevin, un hombre que posee trastorno de personalidad múltiple. Dentro de su cuerpo cohabitan 23 personalidades distintas y, tratado por la Dra. Fletcher, intentará que la número 24, la más peligrosa de todas, no salga a la luz. Dominado por las personalidades más turbulentas, Kevin rapta a tres muchachas adolescentes, entre ellas Casey, la cual posee una capacidad observadora mayor que el resto.
El excelente James McAvoy sería el elegido para interpretar a Kevin y a sus diversas personalidades. La revelación de La bruja (The witch, 2015) Ana Taylor-Joy sería la encargada de dar vida a la traumatizada Casey. La veterana Betty Buckley, vista en films míticos como Carrie (1976) o Frenético (Frantic, 1988) sería la Dra. Fletcher.
SPOILER: Mientras veía Split pensaba constantemente en cuánto tiene este film de la personalidad de su autor. A medida que transcurría el metraje, me sentía cada vez más excitado no tanto por lo que ocurre, si no porque estaba asistiendo a una película pura de autor.
Si uno está familiarizado con la obra de Shyamalan, no le será muy difícil sacar las mismas conclusiones que yo. El film narra un derrumbe emocional, en este caso el de Kevin y su dominación por parte de las identidades más turbias y violentas que cohabitan en su cuerpo. Esta trama da pie a que Shyamalan explore sus inquietudes más personales, que van saliendo a la luz a medida que se desarrolla la historia. Los traumas infantiles, tan presentes en su filmografía, tienen casi tanto peso como en El sexto sentido, pues en Split todos los problemas de Kevin vienen arrastrados desde esa época. A esto habría que sumarle los de Casey, especie de álter ego bondadoso de Kevin, de la cual vamos descubriendo un pasado igual de tormentoso a través de los flashbacks que nos son mostrados de la época en la que siendo una niña salía a cazar con su padre y un amigo de éste, que cometía abusos sexuales con ella. Las marcas de estas violaciones constantes que ha sufrido Casey son lo que, paradójicamente, le salvará de morir a manos del asesino, pues la convierten en diferente al resto. Esta lucha entre dos personalidades enfrentadas, entre el bien y el mal, entre álter egos en posiciones opuestas era el tema sobre el que giraba todo el film de The unbreakable (en aquel caso entre Bruce Willis y Samuel L. Jackson) y los rasgos que hacen a los personajes de Shyamalan diferentes (en este caso, los efectos de los abusos sexuales constantes sufridos por Casey) y que son vistos en primera instancia por sus protagonistas como una maldición, acaban siendo los salvadores de sus vidas, mediante una aceptación de ellos tras superar una situacion límite. Lo veíamos en El sexto sentido con el niño que estaba aterrorizado de ver muertos pero que acaba aceptando su poder; lo mismo con Bruce Willis en The unbreakable; el niño de Señales (Signs) que sobrevive a un ataque con gas de los extraterrestres porque sus pulmones estaban cerrados por el asma (un asma que era presentado como una enfermedad durante el film y que acaba siendo una deformidad orgánica divina que salva al niño)… En Split esto que digo está llevado casi al límite, pues Kevin (o la bestia) acaba gritando a Casey que ella es superior al resto por sus sufrimientos. El superhombre creado a través del dolor.
También en Split encontramos un tema que fascina sobremanera a Shyamalan como es el hecho de la existencia de lo sobrenatural en un ambiente ordinario. Niños con poderes para comunicarse con los muertos; superhombres que jamás sufren un rasguño; una invasión extraterrestre en un campo de trigo… y un hombre con personalidades múltiples cuyos rasgos fisiológico-mentales y su composición química cambian en función de qué personalidad toma el control.
La incomunicación, también tema recurrente en Shyamalan, está presente en Split. No sólo en el carácter retraído de Casey, o en las sesiones que la personalidad de Dennis tiene con la Dra. Fletcher. También, y con muchísima fuerza, entre las personalidades diferentes de Kevin, que llevan al atormentado protagonista a sufrir los envites de sus yo más violentos. Incluso en este caso podríamos ir un poco más allá, y emparejar a la Dra. Fletcher con el inolvidable Dr. Malcolm que interpretó Bruce Willis en El sexto sentido, que apenas se relacionaba con nadie (ni con su mujer) para volcarse casi exclusivamente en el trabajo.
Como si hubiese querido dar un último golpe de gracia, Shyamalan introduce un epílogo en el que Bruce Willis retoma su papel en El protegido (The unbreakable) y, como si fuera el universo Marvel, unifica la filmografía del director de origen hindú no sólo en cuestiones temáticas si no también en cronología narrativa.
Split está construida a través de tres historias que nos van dando las piezas del puzzle necesarias para entender una historia tan psicológica como esta, que de otra forma no hubiera sido posible. Y este es probablemente uno de los grandes aciertos del film. A Shyamalan le interesa no que el espectador sepa qué está ocurriendo, si no que sepa por qué está ocurriendo. Las tres historias para explicarnos los problemas mentales y lo conflictos internos de los protagonistas son los siguientes: las relaciones que las tres chicas secuestradas tienen con el secuestrador; los recuerdos de infancia de Casey; y las sesiones psiquiátricas de Kevin con la Dra. Fletcher. Esta construcción narrativa convierte a Split en mucho más que una simple película de secuestros.
Aunque no tanto como en otras de sus películas, Shyamalan da muestras también en esta cinta de saber manejar como nadie el suspense cinematográfico. La excelente primera secuencia, en la que las tres adolescentes esperan dentro del coche a su padre, mientras éste es atacado en off visual crea una tensión extraordinaria; los cara a cara entre Kevin y sus diferentes yo y la Dra. Fletcher tienen también algo de macabro, de espeluznante: no saber con cuál de las personalidades está tratando la veterana psiquiatra es peor que saber ante quién está…
Sin embargo, es una pena que estos puntos fuertes tengan una contraposición en la poca atención que el director parece prestar al resto de los personajes, como si fueran simples presencias molestas necesarias. Ahí está el simplón retrato de las otras dos adolescentes secuestradas junto a Casey, cuyos momentos y sufrimientos no llegan al espectador con la fuerza necesaria. Esto convierte a Split, desgraciadamente, y a mi manera de entender, en un producto irregular en su conjunto.
Personalmente, opino que Split está lejos de ser una de las grandes películas de Shyamalan, pero ya sólo por la capacidad discursiva que permite en su valoración y análisis, habría que calificarla como al menos, de altamente interesante.