Gracias a Sergio Leone, por legarnos este film.

ÉRASE UNA VEZ UN FILM MARAVILLOSO

 

Había dos cosas que no podía quitarme de la cabeza. Una era Dominic, y la forma en que dijo «me resbalé» justo antes de morir. La otra eras tú. ¡Cómo solías leerme el Cantar de los Cantares!

Noodles (Robert DeNiro)

Sergio Leone (Roma, 1929) siempre había deseado filmar Érase una vez en América. Había sido el proyecto más personal de su vida y el que con más ahínco había querido realizar desde el inicio de su carrera. Tras despuntar con la trilogía del dólar ( Por un puñado de dólares; La muerte tenía un precio; El bueno, el feo y el malo) le llovieron las ofertas desde Hollywood. Finalmente, llegó a un acuerdo. Primero dirigiría otro western (Hasta que llegó su hora) y si éste tendría éxito, se le abrirían las puertas para rodar la obra de su vida.

Así comenzó a preparar la complicada producción del impresionante fresco cinematográfico en que se convertiría Érase una vez en América. 

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Complicado guión escrito por el propio Leone junto a cinco colaboradores distintos, con saltos en el tiempo hacia atrás y hacia delante, flash backs y flash forwards; un hilo narrativo que hubiera confundido a cualquiera menos a Leone, especialista en hablarnos del paso del tiempo como pocos directores en la historia del cine.

Y el paso del tiempo, es precisamente, el tema que une toda la obra de Leone. En todos los films  del director romano se puede sentir el aroma de la muerte rondando por cualquier rincón; el final de la vida, el reloj que se detiene. Ese reloj robado por Maximilian «Max» Bercovicz (Rusty Jacobs de joven; James Woods de adulto) que da inicio a la amistad de éste con David Aaronson «Noodles» (Scott Tiler de joven; Robert DeNiro de adulto)…

El paso del tiempo, reflejado en la construcción narrativa en tres tiempos distintos de la vida de Noodles. De joven a finales de la década de 1910 durante su adolescencia en el barrio judío de New York ; de maduro, a primeros  de los años 30 durante el apogeo de la banda; y ya en la vejez, en los años 60, cuando retorna a New York tras su largo exilio en Buffalo.

Leone nos habla de la relación de amistad entre los miembros de una banda mafiosa liderada por los ya citados Noodles y Max, junto con Patrick «Patsy» Goldberg, «Fat» Moe y Philip «Cockeye» Stein . El sexto de la banda, Dominic, morirá siendo niño, nunca arrivará a la edad adulta. Nos habla de la traición, aparentemente llevada a cabo por Noodles, que denunciando a sus amigos a la policía para salvarles la vida, provoca todo lo contrario: les llevará a la muerte. Nos habla del sentimiento de culpa de Noodles, angustiado durante 35 años de su vida, arrastrando el pecado de la muerte de sus amigos.

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Pero nos habla sobre todo de la idealización. Sergio Leone realizó una idealización de  la historia de América mediante dos films: Hasta que llegó su hora (Once upon a time in the west) Érase una vez en América (Once upon a time in América). Dos films cuyos títulos son idénticos, sólo cambian la última palabra: «west» y «América». Dos cuentos, dos fábulas para retratar idealísticamente un territorio a través de dos géneros cinematográficos radiantemente americanos: el western y el cine de gangsters-cine negro. Es la realización en imágenes de un punto de vista romántico como pocos hacia una cultura que tanto le había dado al director italiano. Sobre todo a través del cine, y sobre todo, a través de su maestro, John Ford.

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Esta idealización se materializa en la película en su clímax final, cuando Noodles descubre tras 35 años que el verdaderamente traicionado ha sido él mismo por su amigo Max, que sigue vivo, bajo la identidad de Bailey, un importante y poderoso político, bajo investigación por fraude financiero. Noodles se niega a reconocer a Bailey como su amigo Max, y acaba diciendo: «Yo tenía un amigo, un queridísimo amigo. Le denuncié para salvarle la vida, y murió, porque así lo quiso él».

Pero está también muy presente el tema de la idealización en la relación que Noodles mantiene con el amor de su vida, Deborah, que viene además realzada por el angelical tema compuesto por Ennio Morricone para esta subtrama. La relación con Deborah también nos ayuda a entender y a trazar la volcánica personalidad de Noodles. La recordada escena de la violación de Deborah por parte de éste en el coche, tras una romántica velada es un brutal contraste del carácter de Noodles: pasa de recitarle el cantar de los cantares y de declararle su amor a la luz de la luna a violarla salvajemente en cuestión de minutos, rompiendo violentamente a través de los más bajos instintos esa idealización de la persona de Deborah. Nótese que Noodles hace precisamente lo contrario al final del film con Max, no quiere romper esos recuerdos felices, esa santificación de la amistad que posee en su interior, y es por tanto el triunfo moral del personaje y la superación de su conflicto interno. Cierra el círculo, además, ya que Deborah y Max-Bailey se han convertido en amantes con el devenir de los años.

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Idealización y paso del tiempo, pues. Cómo lo segundo puede llegar a desgastar lo primero.

El paso del tiempo reflejado en los momentos típicos de Sergio Leone dilatando el tiempo. Donde no sucede nada, pero sucede todo. Noodles revolviendo el café en silencio durante 30 segundos, tras violar a Deborah, mientras todos sus amigos le miran, intercambiando primeros planos; Patsy comiéndose inocentemente un pastel en las escaleras, mientras espera a su vecina-prostituta, que vende los favores de su cuerpo por ese pastel… El tiempo, tan breve, que no sabemos qué hacer con él.

Érase una vez en América es también una lección cinematográfica sobre diversos usos del lenguaje cinematográfico, pero quisiera citar uno concreto: el de la anticipación. Cuando uno ve películas como las sagas El señor de los anillos Harry Potter uno se da cuenta de lo mediocres que son, y salta a la vista que uno de los problemas principales de estas cintas es la falta de anticipación narativa a la hora de solucionar situaciones límite por parte de los personajes. Así vemos cómo por ejemplo, en la secuencia en la que siendo aún adolescentes, los miembros de la banda van al río en busca del cargamento que resale a flote con la sal, Max y Noodles caen al agua, y Max desaparece unos segundos hasta que reaparece sigilosamente en el barco. Es lo que hará después con Noodles: fingirá estar muerto durante 35 años para resucitar al final.

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¿Y qué decir de la escena final de Noodles en el fumadero de opio? Cierra el film con Noodles sonriendo a cámara tras fumar opio, cuando es maduro, haciendo pues un salto atrás en el tiempo desde su vejez. ¿Todo lo sucedido durante su vejez es, pues, una invención de Noodles para aliviar su dolor por haber traicionado a sus amigos?

Hay dos versiones dicotómicas habitualmente: sí o no. Yo creo que no. Si no, todo el tono melancólico y nostálgico del film carecería de sentido. Y también porque me gusta pensar que los cuentos tienen finales felices. Y este Érase una vez en América merece un final feliz. Un retroceso en el tiempo, una recuperación de los 35 años perdidos en la culpa de Noodles. Debía acabar así, con una sonrisa en el momento de la traición. Un alivio. Pero también puede ser lo contrario… Que cada uno piense como quiera. A fin de cuentas, creo que este era  el objetivo de Leone. Y el sólo hecho de poder hablar de ello, convierte a este film en gigante.

Érase una vez en América es un film que reconcilia al cinéfilo con el cine. Y es que el cinéfilo consume mucho cine, y mucho cine significa muchas horas de películas de nivel medio. Pero de repente uno llega, como fue mi caso, a Érase una vez en América. Y uno recuerda por qué ama el cine. Esta es sin duda, una de las películas más bellas jamás realizadas. Una película que trasciende el cine y se convierte en una de las mejores obras de la historia del arte humano.