PARA JULEN, CON TODO EL CARIÑO QUE MERECE
28 de diciembre de cualquier año que va desde 1993 hasta 1995. Es el día de los santos inocentes. Yo, un niño. Con toda la inocencia del mundo. La madurez, un proceso aún lejano en el horizonte. Y mi tío, que se aprovecha de la situación para gastarme durante tres años seguidos, la misma broma: Julen Guerrero se nos marcha al Real Madrid. El color blanco de la camiseta madridista me tiñe la cara. No puede ser. Julen no haría eso. No nos abandonaría. No doy crédito. Le digo a mi tío que eso es imposible. Él insiste, hasta que no pudiendo aguantar, comienza a reirse.
Entiendo que es la inocentada que me tenía que gastar. Y es que en aquellos años, para los que éramos del Athletic, todo giraba en torno a Julen Guerrero. Incluso, las inocentadas. Especialmente, si a mediados de los 90 uno era un crío. La chavalería: siempre ansiosa por encontrar modelos de conducta, alguien a quien idolatrar, alguien a quien seguir y copiar… Es tan natural esto en el carácter infantil, como la llegada de la madurez en todo ser humano. Al menos, la madurez física.
Esa idolatría en Bilbao estaba bien cubierta por un chaval de la casa, que había nacido en Portugalete, el 7 de enero de 1974. Su nombre era Julen y su apellido, muy caballeresco, lo que más tarde demostraría ser: Guerrero. Debutaría en 1992, de la mano de Jupp Heynckes.
El Athletic arrastraba años de sequía deportiva, aún existía la resaca de los títulos de liga de principios de los 80. San Mamés necesitaba reactivarse. Y en ese contexto histórico apareció Julen Guerrero. Sus primeros 4 años con la elástica rojiblanca fueron exhuberantes. Pocas veces se vio algo parecido. Bilbao se convirtió en el centro futbolístico de Europa. Todos querían a Julen. Los clubes poderosos, para que formase parte de sus planteles. El Athletic, como figura con la que ganar a todos los niveles (también en el económico). Los aficionados rojiblancos, porque era el Rey León. Las chicas, porque aquel rubio de ojos azules y rostro lleno de pecas, era el más guapo. No había otro igual. En las casas de Bizkaia, sólo se hablaba de Julen. Y por si fuera poco, el Athletic crecía gracias a la nueva moral que el de Portugalete había inyectado a un vestuario triste, oscuro y carente de una figura talentosa de nivel. Con Heynckes, nos clasificamos para jugar la Copa de la UEFA por primera vez desde la época de Kendall, allá por el año 87. Lo hicimos además con tardes de gran fútbol, con el recordado rombo en el centro del campo que impuso el entrenador renano. El rombo en forma de diamante. El kilate más brillante de aquella piedra preciosa era Julen, por supuesto.
Y las inocentadas de cada 28 de diciembre era que se nos iba. No, aquello no podía ser…
Y nunca se marchó. Julen siempre permaneció. Lo tenía claro. “Mi ídolo siempre fue el Athletic. Recuerdo estar celebrando en el Ayuntamiento los títulos de los 80. Y yo diría eso: que mi ídolo era el Athletic, en general”. Julen amaba al Athletic. Intentaron convertirle en el primer eslabón de lo que hoy conocemos como FÚTBOL MODERNO. Quisieron convertirle en el guapito que enamora a las adolescentes, portada de la Super Pop, el primer futbolista que rompería fronteras que luego han roto algunos Cristianos y otros ateos. Pero Julen no estaba para eso. Su carácter no lo permitía. Era un chico introvertido, amigo de sus amigos de toda la vida, de su cuadrilla de Portugalete, con su compañera sentimental. No quería saber nada de lo que iba más allá de lo futbolístico. Excepto cuando se lo pedía el Athletic. Acudía a todos los actos a los que le pedía que acudiese el club. Su ídolo. El ídolo de Julen se lo pedía y no podía fallarle. Julen vivía por y para el Athletic. Había cumplido el sueño de una vida y no lo iba a malgastar. A diferencia de los besaescudos de hoy en día, los cuales todos soñaron con vestir la camiseta que visten, Julen se arrodillaba ante el Athletic. Lo apodaron el Rey León y el Athletic era su reino. Quería mantenerlo vivo, limpio, fresco, armonioso… Lo que sus tierras demandaban.
Y acudió a Mundiales y Eurocopas porque era el mejor. Seguramente, no brilló en ningún campeonato internacional por la misma razón por la que nunca salió del Athletic: porque en Bilbao estaba todo lo que él quería. Amigos, familia, chica, su tierra, su gente… y el Athletic. El rojo y blanco cubrió su vida siempre. Y lo cubrirá siempre.
Esos ojos azules, llenos de bondad, echan chispas cada vez que habla del Athletic, en cualquier entrevista, en cualquier medio. La boca se le tuerce en una sonrisa. Como el enamorado cuando habla del objeto de su amor. ¡Cuánto amor, Julen! Y es un amor idealizado, de esos que no importa cuánto daño te hagan, lo seguirás adorando, echando las culpas de sus engaños a factores externos, a quien sea, menos al objeto de deseo… Ese amor, que más que real, es exagerado, distorsionado hasta el delirio en la mente de quien lo ejerce. Y a pesar de todo el daño que el Athletic le haya podido hacer, no hay rencor posible. Es tan grande el amor…
¿Y por qué el Athletic le ha hecho tanto daño al mayor de sus enamorados? ¿Se aprovechó de tanto amor, que al final acabó desdeñando al enamorado? Nunca sabremos qué pasó realmente, porque Julen nunca permitió que lo supiéramos. Por el bien del Athletic. Siempre el equipo y la institución por delante. Era preferible que el equipo ganase, a brillar de manera individual. Y le dieron palos que harían desfallecer al más fuerte… Dijeron que estaba acabado, que sus facultades físicas se habían convertido en carencias; que era un estorbo en un vestuario lleno de caciques, sobre todo llegados de Navarra: algún Moctezuma de la cantera de Osasuna, que habiéndose convertido en campeón del mundo sub-20, sintió que la luz divina le iluminaba como a un elegido, avergonzándonos tantos años portando el brazalete que debía ser de Julen. El de capitán de nuestro Athletic.
No se sabe si fue un núcleo de cabecillas en busca del poder dentro del vestuario; o si la Junta directiva le quiso enterrar cuando José Félix, su hermano, no pudo formar parte del primer equipo del Athletic, porque Luis Fernández no le quería; o si eran los entrenadores diversos que pasaron por el banquillo del Athletic a finales de los 90 y principios del siglo XXI, que seguían órdenes de fuera; o si era todo junto.
No importa. Aquel mediapunta llegador, que arrasaba a las defensas contrarias, aquel ambidiestro que la rompía por los campos de Europa, nunca lo quiso hacer público. El Athletic por encima. El amor ajeno antes que el amor propio. Sus cuatro goles al Sporting de Gijón, su debut fulgurante ante el Cádiz, aquellas llegadas desde segunda línea que trituraban a las defensas rivales, el gol en Delle Alpi… tantos momentos. Cada gol, cada victoria era una caricia, una muestra de amor hacia los colores rojo y blanco.
Y de repente, el ocaso temprano. Como ocurre con los inviernos, las horas de luz de Julen Guerrero se redujeron de repente. Ya no brillaba en los campos, se desgastaba en el banquillo. “Era duro ir a entrenar cada mañana. Lo daba todo. Pero sabía que hiciese lo que hiciese, llegaba alguien de abajo y lo iban a poner antes que a mí. Es así”. El Athletic como institución no estuvo a la altura de las circunstancias. El Athletic real, el de los aficionados, demostró que no olvida a sus mitos. Y ese Athletic se comportó como un gigante. Coreaba a Julen sólo al verle calentar por la banda. Cada vez que salía al campo sustituyendo a algún compañero, el estadio rugía, intentando sin éxito que, a su vez, rugiese su Rey León. Pero al Rey no le dejaron rugir como debía haberlo hecho. A la perla de Portugalete intentaron apagarle su brillo, pero por el contrario, cuanto más se empeñaban en deslucirla, más brillante era. En los buenos momentos, Julen fue grande. Nunca una negativa a una foto, a un autógrafo (yo tengo una foto enmarcada con él, de niño, cuando tenía él el pelo corto, tras hacer la mili). A las malas, Julen fue aún mejor. Cuando era Dios, demostró ser humano. Y cuando otros lo quisieron humanizar, se convirtió en Dios.
Y así llegó el 11 de julio de 2006. Con su estilo, sin hacer ruido, sin llamar la atención. Convocó una rueda de prensa y decidió acongojarnos a todos. Se puso delante del micrófono con un pañuelo en la mano para anunciar que se retiraba, que lo dejaba, a pesar de que le quedaba un año de contrato, aquel que firmó 12 años antes y que lo ligaba de por vida al Athletic. Aquel contrato que finalizó las inocentadas de cada 28 de diciembre.
Habían acabado con su ilusión. Las lágrimas eran por muchos motivos, pero sobre todo porque le habían roto el corazón. Bizkaia entera se puso aquel 11 de julio delante de la televisión, sin articular palabra. Tragando con dificultad. Conmocionados por la forma en la que se iba aquel león. Por las lágrimas. Porque sabíamos lo que le habían hecho. Porque sufríamos por su amor a unos colores. Recuerdo a mi madre, mordiéndose el labio inferior y agarrándose la cabeza. ¿Cómo aquel fenómeno pudo acabar así? Mientras le veía llorar roto, uno de los momentos que más me han marcado, pasaba por mi cabeza el día de mi primera comunión, en 1994, en la que el regalo que más ilusión me hizo fue un balón Adidas Questra,con el que se iba a disputar el Mundial de USA que empezaba unos días más tarde, firmado por todos los jugaores del Athletic. Y recuerdo que un amigo mío invitado al banquete, el gran Aratz, se empeñaba en posar en todas las fotos con el balón en las manos, y enseñando a cámara la firma de Julen. Ahora aquel recuerdo, se contradecía con lo que estaba sucediendo. Fue un día muy injusto. En un club como el Athletic, que cada año entrega el premio “ONE CLUB MAN” a futbolistas que han defendido sólo a un equipo durante toda su carrera deportiva (de momento, lo han ganado Le Tissier y Paolo Maldini), no estaría de más homenajear al de casa también. Y permitir que Julen vuelva a su hogar. Al reino que nunca debió dejar. Y en el reino en el que todos le queremos.
Como le dijo Marcelo Bielsa el día que se homenajeó al viejo San Mamés por última vez y en el que Julen salió a jugar bajo otro rugido de la afición de Bilbao, “sólo por ver cómo le quieren a usted, ya mereció la pena estar aquí”.
Creo que fue Gaspar Rosety (aunque puedo estar equivocado) el que le puso a Julen Guerrero el apodo de PETER PAN. Ese apodo, creo que es perfecto para Julen. Y no por su cara de niño, ni por su fútbol de fantasía, o de dibujos animados. El apodo de Peter Pan es perfecto para Julen Guerrero porque como Peter Pan, nos guió a todos los niños vizcaínos que crecimos a comienzos de los 90, al País de Nunca Jamás. A aquel país en el que, como Aratz, muchos otros niños encontramos modelos de conducta en Julen. Él, como Peter Pan hizo con la infancia, nos enseñó a los que éramos niños en aquella época, a amar al Athletic, no importa el qué. A amar lo nuestro, nuestra tierra. Y a ser humildes. Y tantas otras cosas.Y eso es algo que nunca olvidaremos.
ESKERRIK ASKO, JULEN.
ENDIKA BREA BERASATEGI
un texto muy muy emotivo…varias veces he parado pr no soltar una lagrima….zorionak a ambos Endika y Julen.
Ya es hora de que el club le devuelva a Julen una minima parte de lo que el aporto…..el eterno 8,nuestro capitan….y ojala vuelvas a esta tu casa Julen
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Muy bueno el artículo Endika. Sí es cierto que nos marcó una infancia…un abrazo
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Todos sabíamos que algo pasaba ,que no
era lógico ni normal que el mejor jugador
,derrpente chupe banquillo sin motivo ni lesiones . Cuantas veces pensé , que ocurría o que motivos tenía el señor valverde para no contar con el ? .
Creo que tiene mucho que ver y contar
sobre el tema guerrero y no estaría mal
alguien le preguntará ,el motivo .
No creo fuera sincera su respuesta
pues si dijera la verdad , dejaría mal su reputación como entrenador .
Sinceramente no creo fuera (su )decisión
que no jugará .
Es un buen entrenador y lo está demostrando , pero por el tema julen ,
mi opinión no es ya del todo favorable .
aúpa atlétic!! .Y julen lo que el atlétic te quito ,el tiempo te lo dará .
Un abrazo…
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Gracias ENDIKA….hacia tiempo que no recordaba con tanta claridad a Julen…no he terminado de desayunar…gran artículo.
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«En los buenos momentos, Julen fue grande. A las malas, Julen fue aún mejor. Cuando era Dios, demostró ser humano. Y cuando otros lo quisieron humanizar, se convirtió en Dios.» Amén.
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Artículo cojonudo y muy emotivo nunca debió salir del Athletic así pero este club nuestro es grande y espero que alguien sepa enmendarlo porque rectificar no es sólo de sabios sino de elegantes y justos que todos nos equivocamos a menudo pero siempre hay un momento para enmendarlo.
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Gran artículo Endika !
sempre me preguntaba cando era cativo o por que da suplencia do gran J. Guerrero que incluso vira no Mundial de Francia 98.
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Uno de los mejores futbolistas que hemos tenido en el Athletic.
Pelo rubio, botas rojiblancas, no puedo dejar de mirar, ese 8 tiene algo especial…
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Los pelos como escarpias endika.
Uno de los mejores futbolistas que hemos tenido en el Athletic.
Pelo rubio, botas rojiblancas, no puedo dejar de mirar, ese 8 tiene algo especial…
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